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863- Averías y Reencuentros

 

La llegada a mi ciudad natal ha supuesto todo un caos en el que los imprevistos y las averías se han sucedido. Sin embargo, mentiría si no reconociera que ha habido buenos momentos. Destacaría espacialmente el reencuentro que he tenido con Alex, con quien pasé un verano muy divertido ocho años atrás.

Comencé la semana realizando el gran esfuerzo de cambiar los sofás de habitaciones. Para ello, logre desmontar los brazos del sofá de la capital, lo cual se podía hacer perfectamente. Las carreras me han seguido dando alegrías, y he realizado muy buenos tiempos. Después de una me reencontré con la Abuela, quien se alegró mucho de la decisión que había tomado al mudarme. El martes contacté con Antonio para ver que pasaba con mis estanterías. Aunque aseguró cargarlas e instalarlas el mismo día, solo hizo lo primero. Quedé con Santi y Natalia para tomar algo, y ambos se quedaron sorprendidos ante la situación de las cosas. Por la noche fui a caminar, pero tuve que regresar porque comenzó una fuerte tormenta.

Finalmente, las estanterías llegaron el miércoles, pero al instalarlas se dieron cuenta de que faltaba una del cuarto de estar. Antonio fue a mirar al almacén, pero no apareció por ninguna parte. Debido a esto tuvo que encargarla otra vez. Me aseguró que estaría lista para la siguiente, semana, pero yo lo dudaba mucho. Por lo menos me ayudó a instalar el lavavajillas correctamente y a impedir que hubiera más fugas de agua. Mi habitación quedó genial y llené todas las estanterías que tenía, poniendo la cama en la posición original. También fui a Roca para interesarme por un fregadero nuevo, pero fui incapaz de tomar las medidas del hueco de la cocina, y la dependienta no ayudó demasiado. En el bar osuno apareció un extranjero interesante con un gorro, pero no pasó nada a pesar de que me parecía que había alguna mirada cruzada. Victor nos puso una película sobre el inicio del SIDA que resultó bastante conmovedora. También conocí a un cliente habitual llamado Fernando. Acudí a tomar algo a la ruta de vinos con la pandilla, aunque la ausencia de Susie por vacaciones se notaba bastante. Charo me cae cada vez mejor, y parece que es la que mejor comprende mi frustración por las cosas que acontecen.

El viernes fue un día de lluvia. Intenté ir a comprar un fregadero nuevo, pero necesitaba la medida del agüero del mío, y con el aparato por el medio me era imposible conseguirlas. Estaba frustrado, por lo que quedé a tomar unos vinos con Santi en la Terraza. Allí también estaban Jeremías y una pareja que había conocido poco después del confinamiento. Él era bastante atractivo, calvo y con una sonrisa arrebatadora; pero conecté más con ella. Santi se quedó sorprendido al descubrir que faltaba una estantería. Sin embargo, tampoco me ofreció más ayuda con el fregadero. Después fui al bar osuno, donde charlé más con Antonio y en esa ocasión con otros amigos suyos. Pero la gran sorpresa me la llevé al encontrarme con Alex, no el de la capital sino el chico con el que había pasado grandes momentos el verano de 2016. Ambos acabamos en mi casa y lo pasamos bastante bien, intercambiando números de nuevo.

El sábado me encontré con un nuevo problema, una fuga en la escuadra de la llave de paso de la cisterna. No dejaba de gotear y me estaba poniendo de los nervios. Me pasé toda la tarde intentando contener la gotera sin éxito, pero solo pude ralentizarla. Me fui al bar osuno con Ramón, donde vimos a la artista Greta, que mes sorprendió muy gratamente. Sin embargo, el otro camarero tocayo probó fortuna y resultó bastante malo. A pesar de esto, la noche estuvo muy bien. Había chicos guapos, incluyendo el brasileño, y bailoteé bastante. Al día siguiente estaba frustrado, porque la gotera no cesaba y tendría que perder tiempo buscando a alguien para solucionarlo. No conseguí mesa en el restaurante de la plazuela, pero al final tuve algo de suerte y llegó el primer buen día del verano. Así que fui a la playa y pude desconectar. Apenas había gente y el acceso estaba peor todavía. El chico sombrilla estaba allí con su pareja. Hice una excursión a la ala abandonada por las rocas, que estaban desiertas. Me di un par de baños aunque el agua estaba gélida, y empecé a leer mi colección de Julio Verne, empezando por “Viaje al Centro de la Tierra”. Al regresar la gotera persistía, pero intenté desconectar y fui a tomar un par de cervezas al bar osuno. Alex iba a venir, pero se sentía indispuesto al final. Victor me comentó que tenía una operación en la boca y yo me retiré al sentirme ya agotado. Parecía que salía de un problema para entrar en otro, y estaba francamente cansado.

Saludos


862- Cuando Todo Sale Mal

 

Lo que tenía que haber sido un regreso tranquilo y sin incidentes se ha convertido en una autentica pesadilla. Antonio ha resultado no ser de fiar, y el retraso de mis estanterías se alarga ya casi dos semanas, con toda la mudanza desembalada y lista para colocar.

Ya la semana empezó mal, porque el mensajero con los documentos que tenía que firmar para el banco no llegaba. Me acerqué a comer al italiano cerca de casa, y después decidí ir a comprar un lavavajillas. Parecía que tendría que esperar más de lo normal por el aparato. De camino me encontré con mi tío Carlos, a quien pude saludar. Inicié la apertura de todas las cajas para por lo menos dejar todos mis libros y cómics en montones hasta que pudiera colocarlos. Fue entonces cuando se desató una tormenta descomunal, que marcaría lluvias durante toda la semana. A pesar de esto, acudí a tomar algo al Carmen con mis amigos, ya que Ramón me confirmó que saldrían. Al día siguiente me llegó la documentación del banco y bajé a la oficina para enviarla por valija interna. Me encontré con el portero, quien me dio las gracias por la propina que le había dado. Por lo menos parecía que había logrado establecer una buena relación con él. También felicité a Juan Carlos, pues era su cumpleaños. Fui a comer a la plazuela, donde recibí una llamada de Antonio. No tendría las estanterías ese día, pues era mejor esperar dos días para el encargado de crearlas lo tuviera todo listo. Esto me enfureció bastante, porque Antonio me había garantizado que podría montármelas él sin problema. Sin embargo acepté y le indiqué que esto quería decir que el jueves tarde deberían montármelas, pues ya habrían pasado los días. Antonio me garantizó que me llamaría ese día para concretar la hora. Esa tarde, Santi me llamó mientas abría cajas. Quedé con Natalia y él para tomar algo, y Graciela para tomar algo. Santi y Natalia se mostraron muy comprensivos con lo que pasaba; y Santi me garantizó que daría un toque a aquel hombre para que esa semana tuviera todo listo.

El miércoles salí a correr bajo la lluvia y me cruce con el rubiaco de la playa nudista, que estaba todavía más bueno. Ese mismo día terminé de abrir todas las cajas y amontoné todo mi material por toda la casa. Fui al bar osuno por la noche, pero resultó ser un coñazo. Ya de jueves estaba con un bajonazo total, y Antonio no se puso en contacto conmigo para instalar las estanterías. Le escribí un mensaje todo cabreado, pero no me contestó. Sin más que hacer me acerqué al bar osuno para ver la película “El Amor Es Extraño”, aunque ya la había visto. Después fui a la ruta de vinos, donde compartí mi frustración con la pandilla. Me despedí de Susie, que se iba de vacaciones una semana con mis padres, y volví al bar osuno para tomar la última y marcharme.

Ya de viernes me alegró hacer un treinta y dos corriendo. También tuve la suerte de que me llegara el lavavajillas, aunque al instalarlo empezó a salir agua por el desagüe. Lograron arreglar el problema y se marcharon. Yo quedé con Santi y Natalia, aunque no estaban de buen humor porque el hijo repetía curso. Se nos unieron Jeremías y Graciela y fuimos a las fiestas de su barrio, que estaban muy animadas. Santi me reconoció estar decepcionado por el servicio que Antonio me estaba proporcionando. También pude ver a varios de sus amigos, entre ellos la paisana mayor de la parrillada del verano pasado; y el policía buenorro. Tras las fiestas fui por el bar osuno, que estaba bastante más animado, pero me retiré algo perjudicado. De sábado comprobé que el arreglo del lavavajillas provocaba que el agua se perdiera al poner la lavadora. Retiré algo el tuvo de desagüe del lavavajillas y el problema pareció arreglarse al poner el albornoz a lavar. Por la noche me reuní con Ramón en la zona de vinos y fuimos a ver la actuación de Dicarlo en el bar osuno, que estaba a tope. El bar estuvo más que animado, y vimos al marido de Poli, que debo reconocer que estaba muy bueno descamisado. Por lo menos fue una noche divertida, que me ayudó a desconectar.

La mañana del domingo me dio un bajonazo, porque la lavadora perdía agua por el desagüe otra vez, mientras charlaba con Lucia. Eso sí, la única sorpresa agradable fue recibir la visita de Edu de Venezuela, con el que logré contactar al crear un perfil breve en la aplicación. Parecía reticente a darme el número, por lo que decidí darle el mío, avisándole que borraría el perfil de la app. Así lo hice, porque no quiero volver a estar desesperado con ese tema. Por la tarde me acerqué al muro a ver un rato breve el mar. Ya por la noche perdí una llamada de Juan Carlos, y es que el sonido del móvil no funciona demasiado bien. Pasé a tomar algo al bar osuno, donde por lo menos estuve de charla animada con Victor y dos regulares. El argentino apareció por allí, pero me ignoró por completo. Así acabó una semana estresante en la que todo salió mal. Solo esperó que pueda recibir mis estanterías de una vez por todas la siguiente.

Saludos


861- Una Mudanza Caótica

 

Después de un invierno eterno y llenó de conflictos, llegó la semana de la mudanza. Sin embargo, el evento se tornó caótico, ya que bien parecía que nada podía salir según se había planeado. A pesar de esto, llegué a mi ciudad natal dispuesto a empezar una nueva vida.

El lunes me tocó madrugar porque venían a embalar todo para la mudanza. Ahí comenzaron a salir mal las cosas, ya que el equipo de la mudanza llegó con dos horas y media de retraso. Esto se debía a que no había parado de llover en toda la mañana, y se habían quedado atrapados en una calle debido a una reparación de las tuberías de agua. La verdad es que esto provocó que acabara completamente atacado de los nervios, porque además no se terminó de embalar todo. Por la tarde salía a correr por última vez al parque, y después fui a comer a casa de mi prima. A la mañana siguiente vinieron con más personal para terminar de embalar todo, y llevarse también los muebles. Una vez hubieron acabado, cogí el coche y partí para mi ciudad natal. El viaje fui muy tranquilo, pero no pude parar a comer algo en las Casitas, porque estaba cerrado. Comí en el mesón de al lado y seguí mi viaje con bastante sol. Paré en el mirador del embalse como era tradición, y fue cuando publiqué en el caralibro que me mudaba. La verdad es que el post llamó mucho la atención, y enseguida tuve a gente mandándome mensajes para interesarse. Nono fue uno de ellos, y parecía que le afectaba mi mudanza. Es algo curioso considerando que he intentado retomar contactó con él. También le había visto en varios bares, y nunca me había incorporado a su grupo al verme solo.

Llegué a una ciudad natal nublada y con temperaturas más bajas. Antonio me esperaba en casa, para enseñarme todo. La verdad es que la obra había quedado perfecta, quizás exceptuando el suelo de la cocina, que hacía ruido. Según Antonio, esto se debía a que las baldosas debajo no habían quedado bien, pero a mi no me cuadraba. Lo peor es que mis estanterías no estaban, porque el que las tenía que montar había tenido un supuesto accidente laboral. Antonio me aseguró que estarían al día siguiente. La mayor cagada es que los obreros habían destrozado mi fibra, dejándome sin internet. Tuvimos que ir a la tienda a contratar un servicio nuevo. Ya agotado me tomé un orfidal e intenté dormir. El miércoles fue el día caótico de la mudanza. La antigua habitación de mis padres quedó repleta de cajas, pero las estanterías tampoco estaban listas. Por lo menos, logré que vinieran a instalarme la nueva fibra y recuperé Internet. Por la tarde fui a visitar el columbario de mis padres y tomé una cerveza en el bar osuno para saludar a Víctor. También hablé con Natalia para contarle todo lo ocurrido. Por la noche acudí a la ruta de vinos, donde pude saludar a Ramón, Susie, Antonio, Charo y Pilar. Durante la semana estuve comiendo en la Llama, y de hecho charlé bastante con la camarera y el cocinero.

El jueves sufrí un ataque de ansiedad debido a la llamada de la compañía de la luz, y Marcos se comportó con poca paciencia al contarle lo ocurrido. Como estaba estresado fui al bar osuno a ver la película de la semana “Mucho más que un Hombre”, y por lo menos me reí bastante. Logré colocar toda la ropa y vacíe sitio en la cocona para poner mis cosas. Decidí que mi habitación sería mi nuevo ropero, para dejar mi habitación lo más libre posible Antonio me llamó y vio bastante cabreado por la falta de estanterías, que me dijó recibiría el martes. De todas formas, decidí empezar a abrir cajas para poder tener todo lo más listo posible. Salí a tomar algo a la ruta de los vinos, donde Ramón se puso excesivamente tonto con el Locademia. A mi me irritó la mujer diciéndome que echaría de menos la capital. Me animé a pasar por el bar osuno, pero me lo encontré completamente matado. Por lo menos pude charlar con Antonio y Roberto, que se encontraban por allí. Ya de sábado, logré colocar todo el material que correspondía en el mueble del salón, mientras veía el primer partido de España en la Eurocopa. Ya de noche fui a la tomar algo con la pandilla de vinos, que estaba más reducida. Se nos unieron Tomás e Isabel, que seguía tan petarda como siempre, y que nos llevaron hasta el bar osuno. La verdad es que había bastante gente atractiva, aunque con Ramón al lado la cosa era complicada. Él se retiró pronto, pero el bar se había quedado bastante matado. Solo quedaba el grupo de osazos que solía acudir, y que todavía bailaban cuando yo me retiré.

El domingo fue un día tranquilo en el que fui a comer al restaurante de la plazuela, donde Paloma y Héctor siguen tratándome muy bien. El resto del día lo pasé abriendo cajas y distribuyendo cajas por el suelo para tenerlo todo preparado. Tomé un par de cervezas en el bar osuno, pero solo había gente mayor. Eso sí, pude reírme mucho con un tío que comenzó a comentar fotos de osos. Tras ver un poco la tele, me acosté agotado.

Saludos


LA ESPERADA DESPEDIDA

  (ENTRADA 860)

 

Podría decir que como quien no quiere la cosa llegó mi última semana en la capital. Sin embargo, mentiría al hacerlo. Los meses desde las Navidades hasta ahora se me han hecho completamente eternos. Han sido meses muy difíciles en los que no tengo reparos en admitir que ha tocado fondo. Ahora, en el momento de la despedida, me invade la tristeza por haber perdido la vida que tan feliz me hizo.

Sin embargo, y al mismo tiempo, sé que la partida es una de las decisiones más acertadas que he tomado. También sé que una vez haya dejado todo esto atrás, recuperare el ánimo rápidamente. El lunes llevé a cabo la última limpieza de la casa, y guardé la aspiradora en el coche para llevársela a mi prima. Insistí a mi hermano para que le preguntara a su amigo si tenía que dar de baja agua y energía. Al final lo hizo y resultó que no tenía que hacerlo. Hay veces que mi hermano se bloquea sin motivo, aunque me ha sorprendido muy gratamente que haya querido ayudarme tanto al final. De hecho, me contactó para informarme que el día después de mi partida acudiría a mi casa con un socio de su amigo en la inmobiliaria para poder ver todo. Realicé el pago pendiente de la mudanza, y el miércoles ya tenía la casa reservada para la mudanza.

Curiosamente, Maxi contactó conmigo para explicarme que Hugo y él volverían a la capital en septiembre. Yo le hice ver que ya no estaría allí porque me mudaba. En mi casa pude despedirme de mi vecina María y mi vecino Miguel. Por lo demás salí a correr toda la semana, que se vio caracterizada por unas temperaturas extremas. Por ese motivo salí temprano y aproveché para pasar un rato en la piscina y disfrutar de esta por última vez. Me acerqué a comprar unos juegos nuevos, y al acabar “Last of Us”, que tanto me había gustado, decidí embarcarme en la segunda parte. También fui a por mi última compra de cómics, y aproveché para despedirme de la gente allí. Finalmente, preparé las llaves e hice una serie de videos para que mi hermano viera donde estaba todo.

Llegado el viernes, aproveché para desmontar la mesa que había serrado a principio de temporada y logré llevarla hasta un punto limpio. Después, me animé a salir y fui al bar garra a tomar varias cervezas. Me encontré con Emilio y Juan Toledo, de los cuales aproveché para despedirme. El bar estuvo bastante tranquilo y acabé por retirarme. El sábado fue igualmente tranquilo. Aunque se caracterizó por la bajada de la temperatura y las lluvias. Me sorprendió ver que el madero de la mesa seguía en el punto limpio, aunque se habían llevado la parte de las cajoneras. Seguí con el videojuego y por la noche volví a salir por el bar de la garra. Estaba más animadillo, y estuve al lado de un chico de camiseta roja muy atractivo, pero rodeado por sus admiradores y amigos. También llegó un rubio amigo de los habituales, que era guapísimo y estuvo charlando con el chaval moruno. Había muchos chicos guapos, pero como siempre me limité a tomar mis cervezas apoyado en la pared y sin hablar con nadie. Decidí marcharme, y por lo menos Emilio se despidió con mucho cariño.

El domingo fui a comer con mi hermano y mi primo Pablo. Antes logré dar de baja mis servicios de telefonía en el piso. Marcos no me confirmó que la inmobiliaria diera baja a agua y energía, algo que me molestó bastante. Sin embargo, la comida en el restaurante al que íbamos con nuestros padres estuvo muy bien. Tras llenar el deposito de gasolina y comprobar la presión de las ruedas, me animé a tomar algo en el bar caliente. Llegaron a entrar un par de chicos guapos, especialmente un teñido de rubio con barbita morena y un interesante atuendo. Sin embargo, estuve desubicado y acabé por marcharme. Así acaba mi última semana en la capital, con la esperanza de que el nuevo comienzo sea todo lo positivo posible. Ahora mismo me queda la tristeza de aquel sueño de tener una vida establecida en la capital, que terminó por desmoronarse. Supongo que habrá que quedarse con los recuerdos felices e intentar no ahondar demasiado en el pasado.

Saludos


RETORNO AL DELFINARIO

  (ENTRADA 859)

 

Veintiséis años después, he regresado al Delfinario del Zoo. Conocí ese lugar en una visita con mis padres y mi hermano en 1988. Desde 1989 hasta 1991 estuve acudiendo todos los fines de semana para llevar a cabo prácticas, estudiando el comportamiento de estos cetáceos. Después de licenciarme, estuve trabajando allí en 1998. En este mundo hay malas personas, y una de ellas destruyó mi sueño de dedicar mi vida a estos cetáceos. Por este motivo he tardado más de un cuarto de siglo en regresar.

La semana comenzó con tranquilidad, aunque también tuve algún contratiempo. El lunes llamé al ayuntamiento de mi ciudad natal para informarme sobre todos los tramites que tendría que llevar a cabo para instalarme allí. Tras realizar una limpieza rápida de la casa, me animé a tomar unas cervezas en el bar de Agus, con quien pude charlar un rato. Ya de martes llevé a cabo todos los cambios de domiciliaciones necesarios, pero tuve un enfrentamiento desagradable con un vecino. Había comenzado a subir material de reforma a su piso a medianoche, metiendo bastante ruido. No solo no se disculpó, sino que además se mostró grosero y me despreció como si no fuera nadie. El miércoles le comuniqué lo ocurrido al administrador y al conserje, y al impresentable pareció parecerle mal, asegurando no haber metido ruido. Decidí no dedicarle más tiempo al asunto, pues en dos semanas ya me habría marchado. Aproveché para comunicarle esto al administrador, que se mostró agradable despidiéndose de mí. El jueves salí a tomar algo al bar de Agus, y apareció por allí el impresentable de Miguel, del bar perruno. Le estuvo diciendo a Agus que abriría un nuevo bar, y lo yo le conté como me había apuñalado años atrás. A lo largo de la semana comencé a salir a correr más temprano para evitar el calor, y también acudí a la piscina de casa, que ya habían abierto. Ha tocado un socorrista muy joven, pero muy guapete. Añadido a esto, terminé las series de “Ruy” y “Belfy y Lillibit”, poniendo fin al visionado de series matutino que me había ayudado a pasar el tiempo. Por la noche fui al bar garra, que estaba algo animado. Allí charlé con Emilio, indicándole que me marcharía en breve. Aunque pasé por el bar de Agus, no duré mucho tiempo.

Durante años había intentado regresar al Zoo en excursión con amigos, pero no hubo manera. Así que al ver que llegaba la partida, me empujé a hacerlo el sábado. Saqué mis entradas por la aplicación y acudí en metro, llegando por el camino que solía recorrer por el campo. La verdad es que me emocionó bastante regresar. El parque estaba muy mejorado, con instalaciones bastante mejoradas y unos paseos que ya no eran de asfalto. Eso sí, me di cuenta de que había menos variedad la fauna que tenían. De hecho ya no tenían ni serpientes, ni caimanes, ni hienas, por poner algunos ejemplos. El espectáculo de los delfines se había convertido en una actividad educativa, que eliminaba más de la mitad de los ejercicios. No reconocí a nadie, pero pregunté a una joven sobre Carlos. De esta forma me enteré de que ya trabajaba como jefe de área. Tuve la suerte de cruzarme con él cuando llevaba a un niño perdido a reencontrase con su padre. Charlamos mucho sobre el pasado, y me explicó el por qué de algunos cambios en el parqué, y las nuevas dificultades a las que se enfrentaban. Es curioso como de forma subconsciente había dejado la visita al delfinario para el final. Pude visitar la galería de cristales para ver a los delfines, de los cuales quedaban dos de mis inicios en los años ochenta. Llegado el momento regresé en metro, y me di cuenta de cómo la visita me había afectado seriamente a nivel sentimental. Fui brevemente al bar garra y después al bar de Agus. Sin embargo, tuve la mala suerte de que Elvira y compañía aparecieran por allí. Aunque Juan me saludó, opté por marcharme.

El domingo fue tranquilo, porque había quedado tocado por la visita al Zoo. Pasé mucho tiempo perdido en mis recuerdos, y lamentando haber perdido todas mis fotos de aquella época. Fui a comer a casa de mi prima, y por la noche me animé a ir al bar caliente. Allí pude despedirme de Agus, que se iba de vacaciones. También me encontré con Roberto y Antonio, que estaba de visita de mi ciudad natal. Fue como me enteré de que Luis el cojo había fallecido de cáncer en febrero. La verdad es que lo sentí bastante, pues me había caído francamente. Ya cansado, me retiré para enfrentarme a la última semana en la capital.

Saludos