Archivo para junio, 2020

PRIMER PASO HACIA EL DESCANSO

  (ENTRADA 654)

 

Casi tres meses después de que mi padre falleciera, hemos podido celebrar su funeral en la capital. De esta forma, hemos dado ese necesario primer paso para completar su eterno descanso. Solo nos queda poder dejar sus cenizas en el columbario de la familia, en nuestra ciudad natal. Tras varios conflictos, por fin he logrado que esto tenga lugar el próximo lunes.

La semana comenzó con un estrés considerable, cuando tuve que acudir a realizar mi primera ITV. Tras una interminable cola, asados bajo el sol, tuve la suerte de que me tocara una muchacha muy maja, que en seguida se dio cuenta de que yo era un completo inútil. Con la coña de la pandemia no había servicio exprés, por lo que la joven me ayudó a hacer todo lo necesario para la revisión. El coche pasó la ITV y me quedan dos años para volver a preocuparme del tema. Para acabar el día acudí a comprar una televisión nueva, algo que tenía pendiente desde hacía mucho tiempo. Al final subí de 46 a 55 pulgadas, y lo arreglé para que me la instalaran en el domicilio cuando la llevaran. Ese mismo día, también se abrió la piscina, y de momento no ha habido problemas. El socorrista parece ser eficiente, y la verdad es que considerablemente guapo.

El martes comenzó un nuevo problema, ya que nuestro conserje desapareció durante la tarde sin avisar a nadie, incluido el administrador. Al salir a correr por la mañana, me había parecido verle algo piripi, aunque no quise darle más vueltas al tema. Comencé a hablar con mi prima para preparar el entierro de mi padre, y le comenté mi preocupación porque los rebrotes nos impidieran hacerlo, si las ciudades se empezaban a cerrar. Como mis tíos iban a venir para el funeral, me planteé pedirle que llevaran las cenizas para que estuvieran allí y pudieran enterrarlo, en caso de que nos viéramos bloqueados.

Proponerle esto a mi hermano el miércoles provocó una bronca monumental. Mi hermano sigue poniendo su necesidad de estar presente en el entierro, por encima de la necesidad y deseo de mi padre de descansar en paz. No hay mala intención, pero como no practicante, no entiende la importancia de esto para él. Inicialmente quería posponer esto a la segunda semana de julio, pero al final cedió para que lo hiciéramos el fin de semana siguiente al del funeral. Pedí ayuda a mis tíos para que ataran un funeral en nuestra ciudad natal y esperé que pudiéramos cerrar todo pronto. Por otro lado, la historia del conserje seguía su curso. Le comentó al administrador que se encontraba muy mal, pero no había avisado para marcharse, y el administrador también le había notado perjudicado. No fue ni a urgencias ni al centro de salud, algo inaceptable dadas las circunstancias actuales. Esto nos confirmó sus mentiras y decidimos despedirle, debido a la numerosa lista de faltas y negativa a rectificar.

El jueves llegó finalmente la televisión, que además encajó perfectamente en mi mueble, y me dejó encantado. Mi tío Carlos me llamó para confirmar que el funeral había quedado atado para el lunes a las seis, y mi prima me confirmó que las cenizas se entregarían esa misma mañana a las once y media. Con todo atado para el mismo día. Se lo comuniqué a mi hermano, y ya pude quedarme mucho más tranquilo, con la espera de poder cerrar esta tragedia de una vez por todas.

El viernes pasé el día limpiando la casa de mi padre, y por la tarde llegó el ansiado funeral. El Parroco hizo que la ceremonia fuera especialmente bonita y emotiva, y nos reencontramos con todos nuestros familiares. Tras la ceremonia, quedamos con nuestros tíos paternos para cenar en el restaurante al que siempre habíamos ido. La cena estuvo bien, con la excepción de mi hermano soltando que todo se tenía que hacer como yo dijera, cosa que no ha sido así. Tras la cena llevé a mi tío Javier y su familia a su hotel y me retiré a casa. La actitud de mi hermano me había cabreado bastante, y que me tío me señalara que tenemos que llevarnos bien cuando hago todo lo posible, mucho más.

El sábado acepté ir a comer con mi prima, aunque los cortes de tráfico provocaron que tardara mucho. La comida estuvo muy bien, y mi prima estuvo muy comprensiva conmigo. Fuimos al punto limpio a dejar varias cosas, y después continuamos con la limpieza de la casa. El domingo hice básicamente lo mismo y logré dejar la casa prácticamente vacía. Ahora solo queda que esta semana que viene podamos poner final a esta pesadilla, y mi padre descanse en paz de una vez por todas.

 Saludos


EL FIN DE UNA ERA

  (ENTRADA 653)

 

Es algo curioso que ese tiempo antes de finalizar numerosos trámites y poner cierre  a determinadas cosas, suele ser el más difícil de sobrellevar de todos. A punto de comenzar el cierre de este terrible periodo que tanta tragedia nos ha traído, es cuando la ansiedad vuelve. Lo que no me cabe duda, es que este es sin duda el fin de una era.

Lo primero que he intentado hacer esta semana es contratar el servicio de ITV de recogida a domicilio, pero las circunstanciales actuales no lo proporcionaban. Así qué, como tampoco cogían el teléfono en ningún momento, terminé por concertar cita previa para el lunes siguiente. Así que conociéndome, y debido a que no lo había hecho nunca previamente, el ataque de ansiedad comenzó y me acompañó durante el resto de la semana. También tuve una larga charla con mi hermano para empezar a cerrar determinadas cosas, como los finiquitos de la asistenta y la cuidadora de papá, y ultimar la lista para el inminente funeral de nuestro padre.

El miércoles tocó nueva reunión en la piscina con el controlador y el socorrista. Aunque también nos tocó un socorrista muy jovencito, me pareció que estaba más dispuesto que el del año pasado, y desde luego mucho más guapete con su pelo moreno. Una vez más, insistí en que el césped no estaba listo, y el administrador quedó en hablar con la empresa de jardinería.

El jueves, tal y como sospechaba, se me confirmó que el césped tendría que permanecer inaccesible una semana más. Ese mismo día era el cumpleaños de Juan Carlos, y lo llamé para felicitarle. Como no me cogía el teléfono le dejé un mensaje al que me contestó más tarde. Su padre había tenido que ser ingresado de nuevo, en esta ocasión por una neumonía que afortunadamente no tenía nada que ver con Covid. La verdad es que lo sentí mucho por él, pues sabía muy bien lo difícil que resultaba pasar por todo esto.

El viernes quedé con el Párroco para ultimar detalles del funeral, y dejarle una donación para la parroquia. También le comenté mis desventuras con las donaciones de ropa, ante lo cual se quedó bastante sorprendido. Una vez acabado con esto pasé por el restaurante que fuera habitual de mi familia, donde saludé al dueño Carlos y a los camareros. Pasé por casa y me despedí de la asistenta que habíamos tenido hacía ya casi veinte años, y de la cuidadora, que nunca me había convencido del todo. Mi hermano estuvo a punto de colgarme el tener el dinero extra de la cuidadora en casa, pero afortunadamente me libré de ese marrón. El supermercado que había estado al lado de mi casa desde que fuera niño había terminado por cerrar, algo que nos dejó algo sorprendidos. Definitivamente era el fin de una era.

Por la tarde regresé y comencé a tirar una nueva tanda de libros, y la destructora de papel acabó pereciendo del todo tras el excesivo trabajo. La verdad es que llegué a casa agotado, y me entretuve volviendo a ver la saga del Exorcista. El sábado también fui a hacer más limpieza, y en total acabé con los libros del salón, cuarto de estar y habitación antigua de mi prima. Ésta y mi sobrina pasaron por casa a última hora para ayudar con algunas sabanas y cosas demás.

El domingo decidí tomármelo libre, y acudí a misa de una en mi parroquia. El resto del día estuve trabajando en mi blog de superhéroes e intentando relajarme, porque la semana siguiente tenía que realizar numerosas tareas que se alejaban de la rutina habitual, y el esperado funeral de mi padre.

 Saludos


FALTA DE CARIDAD

  (ENTRADA 652)

 

Lo peor de la semana ha sido la gran dificultad a la que me enfrentado para donar la ropa de mi padre. Parece que resulta difícil guardar algo que, aunque no se puede repartir ni vender ahora, puede ser muy necesario en un futuro bastante cercano. Después de meses de confinamiento, me sorprende la falta de organización, previsión y caridad cristiana. Y es que encima me he visto enfrentado a un trato, que por breves instantes ha estado a punto de alejarme de nuevo de la iglesia.

La semana comenzó con la primera entrega de cómics en mi domicilio. Antes siempre se enviaban esos pedidos a casa de mis padres, y yo los recogía allí. Sin embargo, eso ya se acabó. La verdad es que me hizo ilusión recibir el pedido en casa, y ponerme al día con mis colecciones desde que toda esta tragedia había empezado. Finamente se acabaron las franjas horarias, con lo cual ya pude empezar a salir a correr por la mañana, algo que me hizo mucha ilusión. No tiene nada que ver el salir por la mañana, cuando apenas hay gente por la calle. De hecho, pude ir sin mascarilla, ya que la persona que más cerca tenía estaba a unos cinco metros. Esta semana solo salí a correr en dos ocasiones, ya que he estado bastante liado. Sin embargo, el jueves me hizo especial ilusión, no solo porque las piernas no me molestaron casi nada, sino porque además pude correr en menos de veinticuatro minutos, una diferencia abismal con semanas anteriores. Quizás la hora a la que se salga influya algo, pero la verdad es que la mejoría fue considerable.

Lo peor de la semana fue sin duda el donar la ropa. El martes llamé a la parroquia que me había recomendado mi parroco, y la atención que recibí fue muy deficiente y grosera. Me informó que  no cogían ropa porque los roperos estaban cerrados por cuarentena. Yo le expliqué que la ropa estaba en perfecto estado, y que bien valía la pena guardarla para venderla más tarde. Para mi sorpresa la persona al otro lado del teléfono se puso especialmente desagradable asegurándome que nadie cogería mi ropa. La verdad es que me quedé desolado, y ya dispuesto a tirarla toda. Al final me animé a llamar a mi parroquia. Me atendió el chaval que realiza a menudo las lecturas y al explicar el estado de la ropa y su calidad, me aseguró que la cogería sin problema.

El viernes acudía  casa de mis padres, donde realicé una primera limpieza de cajones, el escritorio de mi padre, y de una primera tanda de libros. Mi prima llegó algo tarde para ayudarme con  la ropa, y encima de las complicaciones venía con no sé cuántas bolsas de ropa. Llamé a la parroquia para hablar con el mismo muchacho y acudimos a la parroquia. Allí entramos en una sala donde estaba el sacerdote que daba las misas de ocho y el parroco. Para mi pesar también se puso algo de los nervios, asegurando que no había sitio para la ropa, que estaban saturados y que no podían dar a los pobres. Daba igual el estado de la ropa, él en sus treces. Yo veía aquella sala, tres veces el tamaño de mi casa, y no me podía creer la poca capacidad de iniciativa, Había sitio de sobra para almacenar cajas y cajas, que además serían necesarias por la crisis que se avecina.

Al indicar que habíamos llamado y me habían confirmado que llevara la ropa, fue a buscar al Sacristán. Este llegó y me cogió la ropa sin dudarlo, asegurándome que buscaría sitio. Para que viera que no le engañaba le enseñé el estado de la ropa y se quedó impresionado por su calidad y estado. Como fue tan amable le dejé una donación para la parroquia, aunque bien es cierto que el parroco no había estado a la altura. A mí me entristecía la falta de caridad e iniciativa para organizarse después de todo lo que había pasado. Solo de pensar que me habría visto obligado a tirar camisas, pantalones de pana de gran calidad, y demás ropa en perfecto estado, lavada y planchada, me daba una gran pena. Pocas de ganas de trabajar y de ayudar, cuando solo es cuestión de guardar las cosas hasta que sea posible darlas o venderlas. Sobre todo, triste el trato hacia alguien que ha perdido a su padre por coronavirus.

El miércoles acudí a la reunión para la apertura de la piscina que decidimos tendría lugar después del final del estado de alarma. También acordamos cerrar todo acceso a la escalera por seguridad, ya que al parecer se nos habían colado unos indigentes en la zona de arriba, y vimos soluciones para que la puerta del portal cerrara adecuadamente. Fue durante esa reunión cuando me llamó mi médico para indicarme que todo había salido bien en mi analítica. Mi mayor sorpresa fue que mi colesterol estuviera en ciento ochenta. La pobre se llevó un gran disgusto al descubrir lo ocurrido con mi padre. Mi hermano me llamó para ultimar la paga y cierre de las asistentas de mi padre, y acabamos teniendo una bronca que pudimos solventar con paciencia. Sin embargo, debo reconocer que me dolió que pensara que se estaba encargando de todo.

Por lo demás, pude charlar con Juan Carlos durante largo rato el domingo, y Milagros, amiga de mi madre, también me llamó para indicarme que vendrían al funeral. Quien me sorprendió fue Carlos, que me escribió para ver como estaba, y creo que con intenciones de que pronto quedáramos. Sin embargo, en ese ámbito, aún tengo algo de reparos.

Así acabó otra semana en la que se mezclaron buenas noticias y bastante estrés, aunque la verdad es que me dejo algo tocado la falta de caridad por parte de gente que tendría que dar ejemplo.

 Saludos


PAPELEOS Y DONACIONES

  (ENTRADA 651)

 

Esta semana ha supuesto el comienzo de poner cierre a nuestra terrible perdida. Mientras mi hermano se ha encargado con una extraordinaria diligencia de todos los temas legales relacionados con la gestoría y la herencia, yo me he encargado de los aspectos más emocionales. En ese sentido, además de dejar el funeral atado y esperar al mismo, he seguido con el proceso de limpieza de mi casa. Me ha tocado meter toda la ropa de mi padre en cajas, para que sea donada y utilizada por quien de verdad lo necesite.

La semana comenzó con la visita del encargado de mantenimiento de mi casa, que fue especialmente amable. Me enseñó donde se encontraban los filtros del aire acondicionado de mi casa, y tuvo la amabilidad de extraerlo y limpiarlo para dejarme la instalación como nueva. Da gusto encontrarse con gente tan dispuesta a ayudar. También acudí a extracciones, después de que mi cita el dos de abril hubiera sido cancelada debido a la pandemia. La verdad es que lo tenían bastante bien organizado, y por primera vez fui en coche haciendo uso del parking del hospital. Eso sí me sorprendió que no aprovecharan para hacerme prueba alguna del Covid, considerando que mi padre había fallecido a su causa y que mi hermano había dado positivo en anticuerpos, desarrollando inmunidad.

El salir a correr ha mejorado bastante, aunque las piernas siguen dándome problemas. Por lo menos hago los cuatro kilómetros prácticamente de un tirón, aunque el miércoles la carrera fue un completo desastre. Esta semana hubo alguna tormenta, y como se ha convertido en costumbre, limitaron el acceso a numerosas zonas del parque. Esto me irrita bastante, porque ya va siendo hora de que pongan arreglo al parque de una vez, y dejen de recurrir al truco de cerrar. Uno de los días me encontré cercado y para no dar la vuelta, ataje por la zona cercada… con tan mala suerte que me pararon dos policías a caballo. Afortunadamente, me dejaron marchar, ya que, a fin de cuentas, había numerosas personas sin hacer deporte que no usaban la mascarilla, y estaban haciendo la vista gorda.

Por otro lado, por fin recupere los libros de la colección de Julio Verne que tenía pendiente, y todo parece indicar que ya solo me quedan tres para acabar la colección, la cual curiosamente comencé al comienzo de los problemas de salud de mi padre. En lo relativo a mi casa, el martes tuve que aguantar fiesta de mis vecinos de arriba haciendo ruido hasta las cuatro de la madrugada. No he vuelto a coincidir con ellos, pero espero que no vuelva a suceder nada por el estilo. También he tenido alguna conversación con Juan Carlos, que parecía mucho más animado ya que su padre iba mejorando poquito a poquito. La verdad es que ha demostrado tener bastante paciencia, pues hay ocasiones en las que hablo demasiado. Mi tío Carlos también me llamó y le comuniqué la fecha del funeral. Evidentemente he hablado mucho con mi hermano, que ha completado todos los trámites de la gestoría, con algunas cosas pendientes.

Con el cambio de fase, parece que vamos a proceder con la apertura de la piscina de la comunidad, aunque la verdad es que nos han dejado la zona del césped hecha una pena. Lamentablemente, tampoco se podrá estar el cerco del vaso de la piscina, donde yo siempre me ponía. Habrá que ver como se última esto al final, porque lo último que necesito es que las cosas se compliquen en la convivencia. El domingo acudí de nuevo a casa y tocó preparar las cajas de ropa para donaciones. A mi llegada me vino a dar el pésame el portero de los fines de semana, al que no veía desde el mes de febrero. La verdad es que mi prima me ayudó bastante y pasamos la tarde haciendo cajas, y limpiando cosas que habían quedado sucias en casa. No dio tiempo a llevarlas a donación, pero quedamos en hacer eso a lo largo de la semana. Encontré unas zapatillas nuevas que me llevé, y unos zapatos muy chulos que me habían comprado años atrás, y habían quedado olvidados en el armario. También supe que mi hermano ya le había propuesto a mi prima que usaran la casa.

De esta forma, parece que seguimos avanzado en ese proceso de clausura, que esperamos llegue a su fin en el mes de julio. Los primeros pasos ya se han dado en un proceso que se había visto muy retrasado.

 Saludos


FUSIÓN DE HÁBITATS

  (ENTRADA 650)

 

Ya por fin en la primera fase, llegó el momento de regresar a la que fuera casa de mis padres. Por fin pude empezar una necesaria limpieza de medicamentos que usaba mi padre, devolver los aparatos de oxigeno contratados con el seguro, y recuperar algunas cosas que se había dejado allí antes de la cuarentena. También aproveché para llevarme algunas cosas que pudiera usar en mi casa, y que necesitaba. Supongo que es una forma de que el pasado viva en el presente, una fusión de dos hábitats.

La semana también incluyó varias conversaciones, las más importantes para confirmar el funeral de mi padre a finales de este mes. De esta forma hablé con mi hermano y con mi prima, aunque de momento no notificamos nada a nadie, hasta organizar la asistencia debido al aforo. A mediados de mes, y dependiendo del aforo permitido por fase, empezaríamos a llamar a la gente. También tuve una larga conversación con Juan Carlos el lunes, ya que el pobre seguía bastante estresado con la recuperación de su padre en casa. Creo que le animé un poco y, de hecho, aproveché la visita a casa de mis padres para enviarles fotos de distintas formas de sujeción que habíamos instalado en casa de mi padre. La asistenta de mis padres también llamó para interesarse por su futuro, y le hice saber que ya el año anterior le tocaba jubilarse y que tendría que hacer eso. Hablé con mi hermano para tramitar el sueldo restante y la indemnización correspondiente. La ayuda personal que habíamos contratado para mi padre también dejó caer el quedar por asuntos de su sueldo.

La semana marcó la apertura del parque al que siempre iba a correr, así que regresé al mismo a seguir con el deporte. Aunque las piernas siguen dándome la brasa al final de la carrera, es innegable que ya he mejorado bastante. Ya hago cuatro kilómetros y cuarto sin parar en ningún momento, algo que era impensable la semana anterior. Con un poco de suerte, no tardaré demasiado en volver a correr los seis kilómetros y medio. Sin embargo, me sorprendió la cantidad de gente que iba sin mascarilla. El martes, con todo el lio de la visita a la casa de mis padres salí a correr a las diez, cuando ya era de noche. Correr de noche por el parque fue todo un estímulo.

El viernes hablé con el administrador sobre la apertura de la piscina comunitaria cuando llegáramos a la fase adecuada. Había que preparar ciertos protocolos que vendrían impuestos, y la cosa se presentaba complicada. Tras tomar algunas decisiones iniciales, llamé a Raquel el sábado para comentárselas. Acabamos manteniendo una conversación de casi hora y media sobre todo lo acontecido. La verdad es que me cae cada vez mejor, aunque observé que estaba un poco paranoica con el tema del bicho, y eso que ni siquiera había salido todavía.

En lo relativo a volver a casa de mis padres, primero contacté con mi hermano para que no hubiera problemas, aunque ya sabía que no iba a ser así. De forma que me llevé una de las muchas alfombras, la que mejor encajaba en mi salón, utensilios de cocina, una imagen de la Virgen de Covadonga, el escudo familiar, y un pequeño mueble estantería. Con esto cambié bastante el estilo de mi salón, retirando la alfombra vieja y añadiendo esos nuevos elementos que deseaba incluir desde hacía ya algún tiempo. A la alfombra le corté los flecos, elemento que nunca me ha gustado. Por otro lado, fue semana de pruebas para mi hermano, que confirmaron que había pasado la enfermedad provocada por el virus y ya era inmune. Nada me podría haber alegrado más.

En lo relativo a la nueva fase, también aproveché para acercarme a la tienda de tebeos, y comprar el material que me faltaba desde hacía tiempo. También asistí por primera vez a misa, donde apenas éramos unas diez personas. Así que poco a poco me aferro a esas pequeñas cosas, con la esperanza que tenemos todos… la de poder seguir avanzando.

 Saludos