Archivo para septiembre, 2017

OCTAVO Y ÚLTIMO CICLO

  (ENTRADA 510)

 

La tercera de semana de hospital incluyó un último intento de quimioterapia, que ya poco podía lograr. Era apostar por lo que ya era imposible, aunque mi pobre padre y hermano parecían seguir agarrados a la esperanza. Fue una de esas ocasiones en las que uno odia acertar con sus predicciones, y el comienzo de final se presentó ante nosotros.

 

El lunes supuso el comienzo de una semana a la que nos enfrentamos con resignación, después de las malas noticias. Por la mañana me quedé con mi madre, y la situación bastante difícil. Los dolores habían aumentado, y encima tardaron una hora en traerle un calmante. Estuvo despierta por la mañana, y la verdad es que fue un poco estresante, aunque me armé de paciencia al estar muerto de pena por ella. Mi padre acudió a ver el oncólogo y regresó con el informe. Todo estaba peor que cuando habíamos empezado con esta pesadilla en diciembre del año pasado; y había que añadir más metástasis óseas, en el hígado, y una en el páncreas. Al final, el ganglio era una metástasis también. Mi padre solo le señaló que no deseaba que mi madre sufriera, y el oncólogo decidió que usarían analgésicos derivados de la morfina. También decidió que se debía de dejar de llevarla a rehabilitación, pues ya era un absurdo. El ciclo al que someterían a mi madre, el martes o el miércoles sería menos tóxico, pero solo tenía un veinte por ciento de éxito. La tendrían unos días más en el hospital para ver como reaccionaba. Mi tía Begoña estaba en la capital, con lo cual hablé con ella y le comunique las últimas noticias, por lo que anunció que se pasaría a ver a mi madre esa tarde. Comer con mi padre fue muy triste, porque estaba bastante hecho polvo. También hablé con mi padrino para ponerle al corriente de todo; y este anunció que pasarían a ver a mi madre. Ya agotado me retiré a casa cuando mi hermano cubrió mi turno.

El martes me encontré con una situación más tranquila. Como mi madre había dormido mal por la noche, le habían dado un derivado de morfina. Esto ayudó a que durmiera y pasara toda la mañana sin dolores, durmiendo sentada. Eso sí, seguía sin apetito alguno. Lo único difícil para mí es que yo llevaba varios días sin dormir bien, y me percaté del agotamiento que sufría. Después de comer, fui revelado por mi hermano y regresé a casa. Charlé con  mi prima Victoria, que se mostró muy comprensiva, y al poco recibí un mensaje de mi hermano indicándome que al día siguiente mi madre tendría el ciclo de quimio. Me seguía pareciendo una locura innecesaria, porque su cuerpo podría no soportar el tratamiento. Cada vez estaba más seguro de que lo mejor para ella era un tratamiento paliativo que eliminara el dolor y la dejara descansar en casa. Para que sus defensas estuvieran en buen estado, decidieron hacerle una trasfusión de sangre.

El miércoles llegó día del octavo ciclo de quimio, o más específicamente la primera mitad del mismo, ya que la segunda mitad sería ocho días más tardes. Mi madre apenas había dormido durante la noche, a pesar de habérsele dado un  somnífero bastante potente. Mi padre y mi hermano se habían empeñado en estirar la tortura, cuando lo más sensato hubiera sido un tratamiento paliativo. La sesión era de solo una hora, que me tuve que tragar yo. Sin embargo, duró otra más debido a la cantidad de vías que mi madre había tenido en distintas zonas de sus brazos durante las ya dos semanas y media de ingreso. Debido a esto, la quimio no lograba entrar, hasta que por fin lograron encontrarle una vena en mal estado. También tuve que encargarme de darle de comer, algo que fue toda una tortura debido a sus molestias. Ya después logró dormirse, y pude ir a comer con mi padre. A pesar de que no había dormido del todo mal, acabé tan agotado como de costumbre. Mi hermano contactó con nosotros por la tarde. Nos comunicó que Camilo había pasado por allí y pretendía hacerle analítica el viernes. Si todo iba bien, se planteaba la posibilidad de enviarla a casa.

El jueves fue un día tranquilo, pues mi madre se pasó toda la mañana durmiendo, por no decir prácticamente todo el día. Estaba agotada, y el mínimo movimiento le causaba dolores. Yo estaba cada vez más convencido de que la quimio no había sido la mejor de las ideas. En la cafetería me encontré con el urólogo, al que informé de todo lo ocurrido. Fue reconfortante comprobar que estaba de acuerdo con mi postura al respecto. Y es que mi padre y hermano seguían aferrándose al clavo ardiendo, cuando ya ni siquiera quedaba eso. Debido al amodorre, fue difícil dar de comer a mi madre, pero se consiguió. Sin embargo, observé que había despierta durante escasos momentos en las siete horas que había estado en el hospital. Cuando mi hermano terminó de comer, regresé a casa. Mi hermano contactó conmigo para hablar de la visita del médico, que confirmó que si la analítica del día siguiente daba bien, la dejarían volver a casa. La tristeza y desesperación hacen que uno cometa errores, y acabé quedando con un tío que resultó ser más egoísta que otra cosa.

Las cosas no mejoraron el viernes. Me levanté agotado, pues había dormido fatal. Mi madre había pasado una noche horrible y todavía seguía con dolores. Cuando envié a mi padre a descansar, intentaron sedarla y descubrieron que estaba reteniendo la orina. Así que una vez más tuvieron que ponerle sonda fija, y lo logrado quedó deshecho. Sin embargo, tampoco me afectó, pues tal y como iban las cosas… consideré que ya daba igual. El oncólogo pasó por la mañana y confirmó lo que sospechaba. Por mucho que la analítica fuera buena, no le iban a dar el alta pues estaba muy débil, y los dolores eran terribles. También decidió reajustar la dosis de analgésicos y derivados de morfina. De esta forma, mi madre por fin se quedó frita. La verdad es que por muy quemado que estuviera del hospital, lo preferí. No veía a mi madre en condiciones de volver a casa. De hecho la veía peor que cuando habíamos ingresado casi tres semanas atrás. El resto de la mañana la pasó durmiendo incluso cuando mis tíos de la capital pasaron a verla. A la hora de comer, fue complicado para mi padre y servidor espabilarla, pero lo logramos. Después de la comida, la pobre se volvió a quedar frita. Lo que más me preocupaba era la negativa de mi padre para aceptar lo que estaba ocurriendo. Ya agotado, regresé a casa.

El sábado fue un día particularmente difícil. A pesar de no tener dolores, o eso aseguraba, mi madre se pasó la mañana lamentándose y luchando contra el sueño. Además me tocó aguantarlo solo y casi acabé loco de remate. Cuando mi padre regresó para la comida, agradecí de verdad el poder salir a la calle. Por lo menos había dormido de un tirón durante la noche, y por lo tanto mi padre también había sido capaz de hacerlo. Durante la comida fui a dar una vuelta y tomarme un café. Mi prima y familia se animaron a venir a comer con nosotros cerca del hospital. Sin embargo, tampoco pudimos tener una comida muy tranquila debido a un servicio bastante malo, y un camarero borde y contestón. Si añadimos eso a nuestra tensión, se montó una gorda. Por lo menos el dueño se disculpó y nos quitó ese camarero del servicio. Tras la comida pude marcharme, mucho más agotado que en toda la semana. Hice la compra rápidamente y regresé a casa. La tranquilidad no duró mucho, y mi hermano me llamó porque los dolores habían aumentado y seguía sin dormir después de todos los calmantes que le habían puesto. Si no lograba dormir, el médico de guardia sugirió un mórfico, y si por la noche seguía sin dormir una bomba de morfina que supondría que un límite de cuarenta y ocho horas habría fallecido. Acudí de nuevo al hospital, donde me despedí de mi madre en silencio, para no asustarla. Hubo un momento en que ella hablaba con su padre, que había fallecido de cáncer cuando ella solo tenía dieciocho años. Mi prima y familia también se encontraban allí. Hablé con varios familiares. Como seguía sin dormir por los dolores le pusieron el mórfico, y logró dormirse al tiempo. Así que nos retiramos todos conscientes de que esto ya estaba llegando a su fin. Ver sufrir a un ser querido es la peor tortura que uno puede pasar. Solo deseaba que tanto sufrimiento se acabara pronto.

El domingo me despertó el teléfono. Mi padre me comunicó que ya le habían puesto la bomba de morfina, y era cuestión de cuarenta y ocho horas. Sin embargo, todavía tuvimos que pasar por ocho horas de verla sufrir, hasta que el nivel de morfina fuera subido para ser capaz de dormirla. Esto ocurrió justo antes de que el sacerdote pasara a darle la extremaunción. A las dos y media se quedó dormida, y nosotros nos limitamos a hacerle compañía en compañía de mi prima, primo llegado de Galicia, y familiares cercanos. Pablo también se acercó, y nos encargamos de llamar a los familiares para comunicar que el final se acercaba. Ya de noche me retiré dejándola dormidita y deseando que el final de esta pesadilla llegara tarde. También se lo comuniqué a Bea y Ramón a través de un mensaje. Por la noche, quedé para cenar algo con mi buen amigo Juan que tanto me había apoyado desde que todo esto comenzara en el ya lejano diciembre. Solo quedaba que mi madre descansara en paz.

 

Saludos


PEORES TEMORES CONFIRMADOS

  (ENTRADA 509)

 

Tras nueve meses y medio, baches, luchar, agotarse, las noticias no han sido buenas. El cáncer de mi madre ha vuelto a activarse, y lo que es peor parece haberse extendido a otras zonas en las que no estaba previamente. Esto explica que sigamos ingresados y ella agotada, ya que no era solamente una infección de orina lo que nos había llevado a urgencias. Tal parece que este breve descanso que tuve en mi tierra fue la calma que precedía a la tempestad.

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El lunes acudí al hospital más temprano de lo habitual y agotado. Apenas había podido dormir, y no tenía esperanza alguna de que nos dieran el alta. Llegué a las nueve y cuarto para reemplazar a mi padre. Si mi madre había mejorado algo, tampoco había sido demasiado, pero pasó una mañana tranquila y apenas se quejó. Sin embargo, seguía agotada y hablando en susurros. La sentaron a las diez y cuarto y por lo menos no se quejó, aguanto bien, práctico el hablar conmigo y dormitó un poco. Sin embargo, cuando la monja llegó para encargarle la comida habló con dificultad. Mi padre llegó poco antes de comer y me trajo unos tebeos que había encargado. Cuando llegó mi hermano bajamos a comer, y al volver éste nos dijo que el médico había estado allí. La analítica había estado bien, pero quería que se quedara un par de días más, tal y como nos temíamos, para ver como evolucionaba. Poco después tuvo un pequeño momento en el que no recordaba a su enfermera nocturna Marisa, aunque debió ser porque acababa de despertarse, o por lo menos eso espero. Tras esto recuperé mi coche y pagué una monumental cantidad de dinero de parking por no haber podido llevármelo en día anterior. Cuando llegué a casa me pasé la tarde intentando contactar con César, pero me dio la sensación de que me ignoraba. La semana no podía empezar peor, con tristeza y falta de fe. Por la noche tuve un sueño precioso y largo. Soñé que vivía en una casa parecida a la mía, con una piscina parecida a la que tenemos. Allí había un socorrista de pelo moreno y rizado, cuerpo fibrado. Por alguna razón que se me escapa, veía algo en mí. Flirteábamos de forma disimulada, acabábamos juntos; y aquello era solo el principio. Lo curioso fue que el sueño fue largo, y solo me despertó la alarma que me devolvió a la realidad.

El martes fue un día espantoso. Mi madre no había logrado dormirse hasta la una y media de la madrugada. Debido a esto le habían dado un somnífero más fuerte añadido al de costumbre. Como consecuencia estuvo toda la mañana amodorrada, apenas se la entendía cuando hablaba y estaba agotada. Intentó quitarse la mascarilla del aerosol en repetidas ocasiones, llegando intentar engañar a la señora de la limpieza. Fue una mañana que me puso a prueba y no pude evitar echar a llorar desesperado. Mi padre llegó para darle de comer, lo cual fue toda una odisea. La verdad es que no me esperaba semejante pesadilla. Cuando mi hermano llegó, mi padre y servidor fuimos a comer. Durante ese tiempo, Camilo visitó a mi hermano y confirmó que los somníferos podrían haberla dejado ko, por lo demás todo lo veía bien. Al día siguiente pediría otra analítica, pero la idea era darle el alta antes del fin de semana. Yo sigo rezando para recupere las fuerzas, y podamos seguir luchando. Tras la comida, terminé mi turno y regresé a casa agotado, aunque por lo menos había dormido bien el día anterior. Por la tarde, mi hermano se puso en contacto conmigo para decirme que mi madre ya se encontraba mejor y más coherente, había merendado bien y se había vuelto a dormir. Por la tarde logré quedar con Peque, a quien no veía desde febrero, y el encuentro fue un desastre, algo que me dejó bastante desolado. Por fortuna y para mi sorpresa, Lee me llamó para quedar. Aunque la cosa no estuvo tan bien como la semana pasada, fue un necesario desahogo.

El miércoles la mañana también fue toda una pesadilla. Aunque mi madre estaba algo mejor y hablaba con mayor claridad, que aguantara con el aerosol y sin quejarse fue todo un imposible. Por lo menos no sintió la necesidad de dormir durante la mañana. Eso sí, para mí fue toda una tortura por lo menos el tiempo que tuve que estar solo con ella. Cuando mi padre llegó comenzó la comida, la cual fue bastante bien. Sin embargo, me enteré que durante la cena del día anterior había vomitado un poco. A pesar de eso, me daba la sensación de que estaba algo mejor y que poco a poco iba recuperando fuerzas. Me desesperó que mi padre no hubiera iniciado trámites para enfermera de día, ya que la nuestra ya estaba de baja tras solo dos semanas con nosotros. Cuando mi padre y yo fuimos a comer, el médico visitó a mi hermano y madre. Había hablado con el oncólogo, tercer aviso que recibe ya, y había dicho que pasaría esa tarde o la mañana del día siguiente. Ya agotado me retiré para sumergirme en el trabajo.

Fue el jueves cuando verdaderamente noté un comienzo serio de mejoría, aunque mucho me temiese que seguiríamos en el hospital durante el fin de semana. Pero el caso es que cuando llegué había desayunando bien y en ocasiones hablaba con plena normalidad. Aguantó muy bien su sesión de aerosol y sentada sin problemas. Le masajeé las piernas porque tenía los tobillos y pies algo hinchados, pero en general la observé en mejor estado y con más fuerzas. Incluso la monja que le pedía la comida la notó mucho mejor, y eso por lo menos me animó bastante. Mi hermano llegó y también notó la mejoría, aunque a veces la pobre estaba llorosa probablemente por esta harta del hospital. Tras comer con mi padre, me retiré pronto para ponerme al día con mi curro. El resto de la tarde fue tranquila.

El viernes todo fue marcha atrás y fue cuando recibimos las malas noticias. Mi madre volvía a estar más débil, y tuve la suerte de que cuando llego Camilo Sesto estaba yo en la habitación con mi padre. Me puse bastante serio por la falta de visitas por parte del oncólogo e insistí en que le hicieran un Tac a mi madre para ver cómo iba la enfermedad. Esto debió hacer efecto porque para cuando mi padre y yo regresamos de comer, ya venían a recoger a mi madre para realizar la mencionada prueba. Yo ya había acabado mi turno, y partí para casa. Aproveché para ir a comprar unos cómics que tenía que adquirir, y así quitarme eso de encima. Mi hermano me escribió entonces contándome que el oncólogo por fin había pasado a ver a mi madre. Para cuando regresé a casa, mi hermano me llamó y me explicó que ya tenían el Tac, que la enfermedad se había vuelto a activar y extendido a otros sitios. Mi madre tenía opción de tratamiento paliativo para tener mejor calidad de vida, o volver  al tratamiento de quimio. Escogió la segunda opción, y decidieron que tendría el ciclo el martes, y ella se quedaría ingresada dos días más para ver como reaccionaba. La verdad es que las noticias fueron un jarro de agua fría y nos vinimos abajo. Tanto luchar, sufrir y carecer de vida, para que todo se viniera abajo cuando por fin tenía unas vacaciones de quimio hasta noviembre. Le comuniqué lo ocurrido a Juan por mensajes, y él se mostró a mi disposición como hace un buen amigo.

El sábado las cosas estuvieron más o menos tranquilas. Me quedé con mi madre por la mañana, y como era comprensible estaba muy triste y llorosa. Oírle decir a tu madre que no quiere morir es lo más doloroso del mundo. Por lo menos después pasó la mañana durmiendo, y es que como es normal no había dormido mucho por la noche. Tanto Marisa como Lily estuvieron al pie del cañón, extraordinarias. Al despertar, mi madre se puso muy triste otra vez porque mi prima y familia no habían pasado en toda la mañana a verla porque… estaban muy ocupados todos. Con Lily de guardia, mi padre y yo fuimos a comer al gallego, y mi hermano se nos unió allí. Charlamos sobre distintas opciones a considerar según vinieran los acontecimientos. Tras la comida acerqué a mi padre a descansar mientras mi hermano cogía el turno de tarde; y después fui a la compra y aproveché para comprarle un detalle a mi hermano pues su cumpleaños era al día siguiente. El resto de la tarde la pasé trabajando hasta que me acosté.

El domingo llegué para enterarme que mi madre apenas había dormido dos horas. No había sido una buena noche. Sin embargo, esto supuso una mañana tranquila pues mi madre se durmió sentada y así lo estuvo durante tres horas. Así que pude enfrascarme en la lectura y Lily pudo dormir un poco tras la difícil noche que habíamos pasado. Mi padre llegó a las doce y le acompañé a misa, tras lo cual volvimos con mi madre. Comió bastante bien y observé que tenía más fuerzas. Tras esto quedamos para comer con mi hermano en el gallego, y le felicitamos por su cumpleaños. De regreso al hospital le regalé una réplica del trono de hierro, pues le había gustado la que yo tenía. Me animé al ver que mi madre se acordaba de felicitarle y regresé a casa tras acabar mi turno. Por la tarde logré quedar con César aunque me costó trabajo. De todas formas el encuentro en su casa bastante decepcionante, quizás porque esperaba otro tipo de consuelo. Estoy tan cansado.

No sé cómo irá el octavo ciclo de quimio, pero hay ocasiones en las que me planteo si merece la pena seguir con  más sufrimiento y atrapados en un hospital. Pase lo que pase, solo deseo que mi madre no sufra más.

 

Saludos


INGRESADOS DE NUEVO

  (ENTRADA 508)

 

La temporada no podría haber empezado de peor forma, ya que acabamos teniendo que ingresar de nuevo a mi madre en el hospital. De nada sirvieron las vacaciones de quimio, ya que en lugar de aprovechar esos descansos para una pronta recuperación, mi padre tiende a recaer en la pasividad y ausencia de esfuerzo absoluta. Ya me había parecido verla más débil al regresar de mis breves vacaciones, y dichas sospechas terminaron por confirmarse.

 

El lunes me desperté con la intención de sumergirme de nuevo en la rutina del trabajo, para encontrarme un mensaje de mi hermano en el móvil que me indicaba que estaban en urgencias. Al parecer mi madre había vuelto a tener un episodio de confusión mental en el que parecía ida. Así que completamente hundido me dirigí al hospital por quinta vez desde que todo esto empezara nueve meses atrás. Allí me enteré que mi madre apenas había dormido durante el fin de semana, obsesionada con un bulto que le había salido en el cuello, en el ganglio derecho. Ya se había auto convencido que se trataba de una nueva metástasis. En urgencias encararon un tac, cuyos resultados tendríamos al día siguiente. Tras unas horas de espera en urgencias nos enteramos de que se trataba de una fuerte infección de orina. Tras haber dejado de necesitar la sonda veinte días atrás, mi padre se había negado en llamar a su amigo urólogo para simplemente preguntar si debíamos hacer algo especial, y las consecuencias las pagábamos todos. Por fortuna nos tocó ingresarla en la primera planta, donde todo el equipo de enfermería era encantador. De esta forma no nos tocó coincidir con la enfermera cabrona. Mi madre estaba completamente ida por la infección, intentando arrancarse la vía cada dos por tres. Logré convencer a mi padre que llamara a la enfermera de noche de casa, para que la ayudara durante las noches del hospital, algo que al menos probaría ser una excelente idea. Siendo el primer día y estando preocupado, me quedé hasta bien tarde. Tras lo cual regresé a casa completamente agotado y hundido en la miseria.

Cuando llegué el martes, mi madre no estaba tan ida pero el agotamiento que tenía era tal que apenas se le entendía lo que hablaba. Pasó de nuevo Camilo Sesto a verla, y le saludamos atentamente. Nos explicó que pondrían a mi madre con tratamiento de antibióticos, y que iríamos viendo como respondía al tratamiento. Nos explicó que el ganglio que tenía inflamado en el cuello no era una metástasis, y el Tac lo había confirmado. Simplemente estaba inflamado debido a la infección. Así que por lo menos podíamos descartar esto. Ya después de comer, mi hermano me reveló. Sin embargo yo me encontraba angustiado por ver a mi madre tan débil, y porque mi hermano le operaban el viernes para extraerle placa y tornillos del hombro. Habría que ver cómo nos organizábamos. Sin embargo, estuve en contacto con todos durante la tarde y me enteré de que a mi madre la habían sentado un par de horas. Por la tarde intenté quedar con Peke, pero no hubo manera. Sin embargo tuve suerte y quedé con un chaval llamado Lee que resulto encantador y genial. Pasamos un rato más que estupendo que me ayudó a desconectar bastante de mi pesadilla de semana.

Sin embargo el miércoles me recibió con pésimas noticias. Mi madre apenas había dormido durante la noche, con lo cual había tenido una seria recaída. Como estaba agotada, la dejaron dormir y no la sentaron por la mañana. Aunque hablaba con más claridad, estaba extremadamente débil. Por lo menos comió muy bien, lo cual esperaba que le sirviera para ir mejorando. Después de la comida acabé mi turno y regresé a casa completamente agotado. Estaba tan hundido que me dio un bajonazo considerable, como si me enfrentara a la inevitabilidad de perder a mi madre, debido a su debilidad tan absoluto. Mi hermano estuvo en contacto conmigo explicándome que había estado sentada unas tres horas, y que había dormida en esa postura durante casi una hora. Yo estaba completamente hundido, agotado y quemado.

El jueves llegué al hospital, donde mi padre me explicó que mi madre había dormido bastante bien. Ella estaba mucho más coherente, a veces hasta sonreía, aunque seguía débil. El urólogo amigo de mi padre pasó a verla y anunció que prepararía un tratamiento para cuando le dieran el alta. Mi padre se fue a descansar y las enfermeras vinieron a sentar a mi madre. El médico Camilo Sesto pasó a verla y la vio bastante bien. Nos explicó que la analítica de sangre había resultado bastante buena, y que si todo seguía igual le darían el alta el domingo. Sin embargo, me tocó darla de comer y todo se convirtió en una pesadilla una vez más. No tenía fuerza ni para sostener un tenedor, y después de tomar un caldo y un tercio de una tortilla francesa, vomitó todo para mi más absoluta desesperación. Le dieron un medicamento para las náuseas y la acostaron. Mi padre regresó justo entonces, pero ya me había tocado el marrón por la mañana. Salí a la calle para tomar un poco el aire y se me salieron las lágrimas. Mi hermano llegó tarde como de costumbre, y tras comer con mi padre regresé a casa teniendo un encuentro no deseado con mi antigua vecina Ana. Durante la tarde mi hermano me explicó que mi madre había merendado bastante bien, aunque les había costado un enorme esfuerzo que lo hiciera. Lo que no logró entender es como había tenido una analítica buena con semejante carencia de apetito. Lo que más me preocupa y sigue obsesionando es su debilidad. Agotado regresé a casa. Sin embargo, mi hermano me comunicó progresos por la tarde. Aunque había costado trabajo, mi madre había merendado bien, y la cena había estado muy bgien mostrando una clara mejoría.

El viernes fue el día más agotador, pues mi hermano tuvo que operarse para retirar la placa y clavos de la clavícula, y mi padre y yo nos quedamos pendientes de mi madre. Llegué por la mañana para que mi padre pudiera ir a descansar un rato. La verdad es que llevó muy mal que la sentaran, y yo continué viéndola muy agotada y con dificultades para hablar. Para cuando mi padre regresó acababa de llegar el médico, que no volvió a mencionar una posible alta el lunes, indicando que habría que ver como pasaba el fin de semana. Aunque de forma lenta y exasperante, logramos que comiera y no vomitó como el día anterior. Mis primos visitaron a mi hermano, cuya operación había ido muy bien. Todo parecía indicar que le darían el alta al día siguiente. Yo me quedé por la tarde también, momento en que volvieron a sentar a mi madre. Lo llevó algo mejor, y me dio la sensación de que las tardes eran más llevaderas para ella que las mañanas. A pesar de esto seguía viéndola bastante débil. Merendó una tostada sin problemas, y mi prima llegó a la hora de la cena. Así, tras diez horas y media de hospital regresé a casa hecho completamente polvo.

El sábado me pareció que mi madre había mejorado bastante. Hablaba mejor, parecía menos agotada y aguantó bastante bien toda la mañana sentada. El aerosol le había venido muy bien para las flemas. Aunque no le tocó atendernos, pude ver a la enfermera cabrona de lejos. Ella me vio y ni siquiera me saludó. Mi hermano recibió el alta y regresó muy recuperado. Como Lily vino a ayudarnos, pudimos ir a comer a un restaurante asturiano que no estaba mal. Como había bastante ayuda aproveché para ir a por sábanas, hacer la compra y recoger algunos encargos. Me cabreó que mi prima no viniera a comer con nosotros ni a ver a mi madre en todo su día libre, aunque mis sobrinas sí pasaron por allí. Además estaba en plan de dar lecciones. También observé que mi hermano estaba bastante negativo en relación al avance de mi madre. Aunque seguía estando débil, si aprecié síntomas de mejoría. Pero mi prima me sacó de mis casillas. Ya en casa me puse a currar tras tomar un pequeño descanso. Para mi sorpresa, Lee me dio un toque porque estaba en la zona y me hizo una visita. Sin embargo fue para estar de chill out más que otra cosa, y mentiría si dijera que eso no me molestó. A la una y cuarto de la madrugada se marchó y yo había perdido una hora y cuarto de sueño para nada.

El domingo me desperté antes de la hora y estaba agotado. Llegar al hospital me costó trabajo debido a los cortes de tráfico que había en la ciudad por el ciclismo. Al llegar me pareció que mi madre estaba mejor, y mi padre me explicó que había dormido de un tirón, pero en cuanto mi padre se marchó la situación se volvió una pesadilla. Cuando vino la monja a pedirle la comida de mañana apenas lograba que se la entendiera; y cuando vinieron a asearla se puso a llorar al personal auxiliar. Le encanta dar pena y no se percata de que la imagen que proporciona es de no recuperarse y que retrasa una posible alta que podrían darle el lunes. Por su parte mi padre me contó de que el día anterior no tenía nada en el trasero, y que había echado una bronca porque al final no la habían sentado tal y como necesitaba. Por lo menos la sentaron por la mañana, y aunque al principio estuvo algo insoportable acabó por dormirse. Mi padre regresó algo después, y tuvimos visita de la enfermera cabrona aunque estuvo algo más agradable. Acompañé a mi padre a misa, y al volver comprobamos que mi madre apenas había comido, aprovechándose de que Lily la obedece en todo. Así que hubo una bronca una vez más. Mi hermano llegó para que fuéramos a comer a un restaurante gallego, donde la comida estuvo genial aunque el servicio fue extremadamente lento. Al regresar pudimos ver que mi madre estaba  mucho mejor incluso sonriendo. Así que retiré para trabajar un poco, con la esperanza de que la próxima semana tuviera lugar una total recuperación y pudiéramos reanudar nuestras vidas. Regresé a casa en metro, pues mi barrio estaba cortado al tráfico. Intente quedar con César, pero no me respondió al mensaje, por lo que acabé quedando con Carlos a quien no veía desde antes del verano. Cuando regresé a casa, César ya me había respondido con lo que decidimos quedar otro día. Así acabo una semana entera de hospital, sin síntomas de que vayamos a librarnos del mismo pronto. La temporada ha comenzado oficialmente como una auténtica pesadilla.

                                                                                                     

Saludos tristes


COMIENZA LA 11ª TEMPORADA

  (ENTRADA 507)

 

Parece mentira, pero como que no quiere la cosa nos hemos plantado en la undécima temporada de este blog. De hecho, este noviembre será el décimo aniversario del mismo. Esta nueva temporada se ha caracterizado por mi regreso a la capital, y el tener que enfrentarme de nuevo a la “esclavitud” que implica cargar con mi madre de nuevo. En el fondo no quería vacaciones porque era consciente de la dificultad que supondría volver a esta horrible rutina. Solo espero tener la suficiente fuerza para enfrentarme a esta nueva temporada.

 

El lunes fue mi último día de vacaciones, que aproveché para quedar con Ramón, Susie, Antonio y Pilar. No podía evitar pensar que tenía regresar a esta horrible rutina que casi había podido olvidar. Doce días comparados con mes y medio no eran suficientes. Tras tomar unas cervezas con mis amigos me despedí y marche. Esa misma tarde me hice con un llavero con la bandera de mi tierra, para no olvidar.

El martes me levanté, recogí las cosas que me quedaban y me marché en coche. La verdad es que había más tráfico del esperado. Intenté parar a comer donde siempre, pero el sitio estaba abarrotado de gente. Debido a esto seguí mi viaje en directo y pasé al lado de un serio accidente que había tenido lugar. Al llegar a la capital me recibió la lluvia, algo que me dejó bastante sorprendido porque había abandonado mi tierra natal con sol. Pasé por casa a darle unos trajes a mi padre, y conocí a la nueva enfermera de día. Estuve charlando con mi madre, y para mi gran decepción la encontré bastante más cansada y muy triste. Esto no tenía mucho sentido debido a que no había tenido quimio desde el treinta de junio. Quizás la inactividad le había afectado de forma negativa. Tras charlar un rato con ella fui a llenar el depósito de gasolina y a lavar el coche. No había comido en todo el día, así que hice una merienda cena en el VIPS. Ya cansado por el día tan agotador, me acosté.

El miércoles reanudé mi rutina de natación, tras lo cual fui a picar algo con mis padres. La nueva enfermera no les acompañaba, porque a pesar de que funcionaba bastante bien, no vestía de forma adecuada para acompañarles. Tras picar algo comimos algo, y seguí percibiendo que mi madre estaba muy baja de moral y que tampoco comía demasiado. Mi padre y mi hermano hacían como que no veían la situación, y es que estamos hartos y agotados de intentar convencer y ayudar a alguien que se niega a ayudarse a sí misma. Ya por la tarde quedé con Luis y con César, y por lo menos fue todo un desahogo. Lo pasamos genial y encajamos muy bien. Luis se fue primero, pero César se quedó hasta las cuatro y media de la mañana.

El jueves me desperté con una resaca considerable y tarde, por lo que no fui a nadar. Llegué a casa de mis padres a comer, y después regresé pronto a la mía porque estaba cayéndome del sueño. Tras una siesta de tres horas, quedé con Juan y por fin me reencontré con él en el bar habitual. Todos los camareros me recibieron de forma muy agradable, y elogiaron mi corte de pelo. Curiosamente Juan fue el único al que no le gustó. Estuvimos de charla, aunque tampoco había mucho que decir pues no había pasado gran cosa. Lo único malo era que al día siguiente se iba para las fiestas de su pueblo, con lo que el fin de semana lo pasaría solo. Ya bastante cansado, opté por retirarme.

Con el viernes llegó el fin de semana y mes de septiembre. También hizo nueve meses que toda esta pesadilla de la enfermedad de mi madre había comenzado. Ya completamente recuperado fui a natación, y después a picar algo con mis padres antes de la comida. Después regresé a casa y realicé la tan necesaria limpieza. También hice varios pedidos que necesitaba a hacer, y comencé con mi trabajo. Por la noche me animé a salir a tomar algo, y me encontré con Fran y Angela. El primero estaba algo prepotente e insoportable, pero por lo menos fue amable. También me intentó marcar un morreo, pero no me pareció oportuno delante de sus amigos. También pude ver al guaperas de Raúl, aunque como siempre estaba acompañado. Llegado el momento me retiré a casa.

El sábado tuvimos comida en el restaurante habitual, aunque mi madre seguía con esa actitud negativa y triste. Intentó que al día siguiente fuéramos a misa de doce de nuevo, pero como yo sabía que era para estar tumbada entre la misa y la comida me negué. Esto me dejó bastante hecho polvo, ya que quiere decir que mi madre sigue sin hacer esfuerzos, sin seguir las instrucciones. Así va a haber poca mejoría. Tras hacer la compra e ir a natación recibí un toque de Peque. Estuvimos a punto de quedar, pero se echó atrás debido a que estaba algo resacoso. Seguí con mi trabajo, hasta que por la noche me animé a salir de nuevo. El bar estaba completamente lleno, por lo que fue todo un agobio. Sin embargo, tomé algo hasta que retiré. También pude ver a Juan Toledo, a quien no veía desde hacía tiempo. De regreso me encontré con Fran, aunque no se me ocurrió preguntar por qué me había bloqueado.

El domingo salí para ir a misa con mis padres y ya había bastante tráfico. Para complicar la cosa, una vecina nuestra se sentó que tiene problemas para caminar y levantarse se sentó con nosotros. Tuvimos que encargarnos de levantarla y ayudarla, mientras que su marido la había dejado en la iglesia y se había marchado. ¡Alucinante! Fuimos a comer al asturiano, que estuvo bastante bien. Mi madre comió un poco mejor, algo que agradecí. Solo espero que al retomar rehabilitación se animé algo más. Tras la comida fui a nadar, aunque fue algo estresante porque me tocó con nadadores rápidos en la calle en la que estaba. Por la noche salí a tomar algo, y Juan no vino debido a que estaba de regreso del pueblo y se había dormido del cansancio. Pude ver a Mari, y estuve charlando con ella largo rato. Me dio rabia que Mica besara a Raúl, y encima nos dio la brasa el enano borracho punk que solía ir por el bar de José. Ya cansado, opté por retirarme a dormir, con la esperanza de que la temporada fuera mucho mejor que la anterior.

 

Saludos