Archivo para marzo, 2017

TRANQUILIDAD DESCONFIADA

  (ENTRADA 484)

 

Tras 116 días de pesadilla, la semana se ha tornado inusualmente tranquila. Sin embargo, aunque menor, algún problema ha existido. Mayormente ha sido con la clínica  a la que vamos a rehabilitación, ante la cual ya llevo en alerta desde hace tiempo. Desde la baja de la fisio de mi madre, llevan cancelando algunos días incapaces de cubrirlos. Personalmente creo que una empresa que se digne buena tiene que estar preparada a cubrir eventualidades. Aunque por lo menos las cosas han transcurrido con cierta tranquilidad en otros aspectos.

 

Como el lunes era festivo no hubo rehabilitación. Ese día mi madre estaba agotada ya que se había negado a tomar el nuevo somnífero que le habían recetado. Tampoco parecía dispuesta a tomar la bebida isotónica que el médico le había recomendado… así que hubo una buena bronca. Sobre todo porque había tenido la quimio el viernes, y descansar era fundamental para ella. Por lo menos había vuelto a orinar en el pañal. Tras volver a casa recibí un mensaje de Carlos, con quien quedé por primera vez en este año. Sin embargo, la quedada no estuvo tan bien como las que tuvieron lugar antes del verano.

El martes mi madre accedió a tomar el nuevo somnífero, gracias a lo cual logró dormir once horas. Gracias a esto se encontraba perfectamente y muy animada, por lo que parecía haber aprendido esa beneficiosa lección para ella. Mi padre y hermano la llevaron a rehabilitación, y yo acudí a hacer unas compras logrando encontrar el último disco de “Mecano” que me faltaba.

El miércoles volvió el frío y la lluvia. También regresó Rubén a realizar terapias de fisio con mi madre por la mañana, aunque por esto no coincidí con él. Mi padre y yo acompañamos a mi madre, que había vuelto a descansar muy bien, a rehabilitación. Allí nos cancelaron el viernes de la semana que viene, por lo que mi padre y yo dejamos claro que nos parecía poco serio. El día anterior ya habíamos tenido que llevarla una hora antes. Yo comprendo que Leti este de baja, pero una empresa que se precie tiene que cubrir esas incidencias y no perjudicar al cliente. Por lo menos entré brevemente a ver a mi madre. Aunque estaba de pie, personalmente no veo grandes avances desde hace un mes, y me siento bastante escéptico con la clínica.

El jueves era mi día libre, pero me enfurecí cuando mi hermano me comunicó que la clínica también había cancelado la sesión del día siguiente, y de todos los viernes hasta nuevo aviso. Debido a esto comencé a investigar nuevas opciones para rehabilitación, ya que la clínica no parecía tomarse en serio nuestras necesidades. Por lo menos mi madre había continuado descansando lo suficiente, por lo que se encontraba muy buen. Por la noche quedé con Juan para tomar algo y por lo menos pude relajarme y reírme con el camarero amanerado que nos atendió. Juan también me ayudó a investigar posibles opciones futuras para la rehabilitación de mi madre en caso de la que situación no se solventase. Tras tomar algo en el bar acudimos al de Miguel, ya que ninguno de los indeseables estaba allí. Juan lo veía como un gran avance, pero en estas cosas peca de ingenuo. Miguel no se había interesado por mí desde que nos encontramos en jueves pasado. Yo me sentí raro, como si volviera a una casa que había dejado de serlo. Por lo menos conocí a unos argentinos que Juan había conocido el día anterior y charlamos un poco.

Ya de viernes no hubo rehabilitación debido a la cancelación, pero estuvimos comiendo y por lo menos Rubén ejercito algo sus piernas por la mañana. Tras la comida me retiré a mi casa, y salí a tomar algo con Juan. El bar estaba particularmente vacío, por lo que imaginé que en el sábado estaría petado. Estuvimos de charla y enfrente nuestro observamos a un tío considerablemente atractivo, con ese tipo de sonrisa que siempre logran conquistar. También vimos a un trío de “pijos” que tiempo atrás habían frecuentado el otro bar, uno de los cuales también me llamaba la atención. Ya cansadillo me retiré a casa y Juan me acompañó de camino a la discoteca a la que iba. Nos cruzamos con Santiago, que curiosamente iba con muletas. Simplemente le saludamos brevemente.

El sábado era el día de cambio de hora. En otras situaciones es el día que más me gusta del año, puesto que marca el comienzo de días más largos. Sin embargo yo me siento tan cansado con esta situación que tampoco lo disfruté demasiado. Es como si siempre hubiera algo que nos impide avanzar todo lo que podríamos. Toda la familia  de mi prima acudió a comer con nosotros. Mi prima también le lavó el pelo de mi madre, que a pesar de eso siguió conservando bastante pelo. Yo agradecí esto, pues no se había lavado el pelo desde antes del primer ciclo, y temía que pudiera haber una escabechina. Tal y como había venturado la noche se llenó de gente. Cuando salí con Juan todos los bares estaban repletos y con colas, por lo que no pudimos ir al nuestro. Acudimos a un bar de osos que tampoco nos gustó mucho por las bebidas que ponían, porque no había demasiada gente, y poca atractiva para alegrar la pestaña. Eso sí, Juan triunfó con un camarero que al parecer ya conocía de tiempo atrás, y siempre iba detrás suyo. De allí nos fuimos ante el cambio de hora, porque yo le había prometido a mi padre encontrarme pronto con él para echarle un cable con la comida.

El domingo pasé pronto para echar un cable a mi padre con la comida. También vinieron mis sobrinas, puesto que mi prima y su marido habían ido a un funeral en Gijón. Tras la comida mis sobrinas quisieron ver un video de la comunión de mi primo que tenemos, y la verdad es que no sé si fue lo mejor para mi madre que se percató de la cantidad de ausencias… aunque también disfrutó viéndolo. Por la tarde por fin pude ver la última película de “Resident Evil”, aunque la verdad es que me decepcionó bastante. Por la noche quedé de nuevo con Juan para tomar algo y nos atendió quien he decidido denominar como la loca. La verdad es que es muy majo, nos invitó a unos chupitos y unas cervezas. Fran estaba por allí y aunque Juan no lo puede ni ver, a mí me sonrió cuando le pedí paso para ir al baño. Tras una charla agradable con Juan nos retiramos y la semana finalizó. La verdad es que no abordó la nueva semana demasiado entusiasmado, porque con la clínica fallando también, no atisbo el final del camino.

 

Saludos


SEGUNDO CICLO

  (ENTRADA 483)

 

Ciento ocho días después de que nos embarcáramos en esta pesadilla, parece que la suerte nos ha sonreído algo. No sabemos si durara esa suerte, si las cosas saldrán bien o si volveremos a tener otro susto, pero a veces es necesario concentrarse en el presente y no obsesionarse con el futuro que no podemos controlar. Esta semana hemos tenido noticias muy buenas, algún signo de mejoría, y mi madre por fin ha podido recibir su segundo ciclo de quimio. Parece como si el final del invierno y el comienzo de la primavera nos diera una tregua.

 

El lunes llegué temprano al hospital. Todos tenían esperanza en que fuera el día del alta, pero yo me sentía más bien pesimista. Sin embargo, cuando el doctor llegó a ver a mi madre, decidió que podía irse a casa. La resonancia magnética ya había llegado y traía las mejores noticias posibles. No había metástasis ni el cerebro ni en el cráneo. Nunca había disfrutado tanto de unas noticias, que simbolizaban que podíamos seguir adelante. Lo más probable es que la disfunción verbal hubiera sido provocada por falta de riego, la infección de orina, o incluso la falta de sueño que había sufrido. Aunque inicialmente iban a intentar darle la quimio antes de irse a casa, nos dieron fecha para el viernes. No nos molestó, ya que por lo menos podría retomar algo de fisio durante la semana. Tras llevar a mi madre a casa, yo regresé a casa algo agotado, pero esperanzado. Ya que la pesadilla hospitalaria había terminado, me animé a salir a tomar un par de cervezas con Juan.

El martes no me tocaba llevarla a fisio, y fue mi hermano quien lo hizo. Mi padre quiso acompañarles, ya que a mi madre le hacía ilusión que fuera algunos días al fisio con ella. Yo aproveché para ir a comprarle un regalo a mi madre, ya que al día siguiente era su cumpleaños. Lo tenía fácil porque estando en el hospital me había pedido unas zapatillas que me había enseñado en un catálogo. Las encontré y regresé a casa de mis padres a guardarlas para el día siguiente. De vuelta me encontré con su amiga Asun, a la que puse al día de todo lo acontecido. Yo regresé a casa para retomar mis trabajos habitúales.

El miércoles pasé por una floristería y le compré una cesta llena de flores. Los regalos le gustaron mucho, pero a pesar de esto mi madre estaba con una actitud bastante negativa. Así que tuvimos una bronca bastante seria, aunque las cosas se terciaron un poco, porque por lo menos ella se percató de su error. Me tocó a mí llevarla a rehabilitación, y mi padre también quiso acompañarnos. La verdad es que mi madre nos ha hecho la puñeta a mi hermano y a mí con lo de que mi padre vaya. Ahora tenemos que estar pendientes de él en la sala de espera para que no se duerma, ya que ronca demasiado, y al llevarle a tomar un café casi se me escoña. Tras acabar regresamos a casa, aunque yo estaba algo preocupado porque no habían puesto de pie en toda la semana y Leticia seguía de baja.

El jueves salí de nadar y tuve un encuentro causal con Miguel, que no se había interesado por la situación de mi madre desde que se enterara por casualidad hacía ya una semana. Se quedó algo alucinado ante lo acontecido, y me despedí para ir a comer con mis padres. La verdad es que me interesa ya poco su supuesta amistad, que tanto me ha decepcionado. No interesarse en una semana por la situación que había pasado mi familia lo probaba. A pesar de esto, decidí que el encuentro fuera amigable. Al poco me envió un mensaje diciéndome que si necesitaba algo, como siempre, le diera un toque. Con lo fácil que era simplemente proponerme tomar algo con él más tarde. Como mi hermano tuvo que llevar a mi madre a rehabilitación, yo me fui y aproveché para pasar por la tienda de tebeos a comprar alguno.

El viernes llegó el día del segundo ciclo, que pudo llevarse a cabo porque mi madre tenía una analítica excelente. De hecho, el oncólogo decidió que tuviera otro tercer ciclo antes de hacerse pruebas, al ver que lidiaba con la quimio muy bien. Tras cuatro horas de quimio regresamos a casa y la dejamos descansar, aunque estaba en uno de sus momentos derrotistas. Aproveché para realizar una limpieza radical de mi casa, pues hacía un mes que apenas limpiaba con todo lo acontecido. Tras esto, salí a tomar unas cervezas con Juan y la verdad es que agradecí mucho un fin de semana que se presentaba con cierta normalidad.

Ya de sábado comimos en familia pues mi prima y compañía se habían ido de puente. La verdad es que me sorprendí de lo bien que estaba mi madre, cansada pero bien. Comió con mucho apetito y después optó por acostarse para dormir una pequeña siesta. Por primera vez en tres meses y medio activó la vejiga para orinar un poco. Aunque fue poco, era la primera vez que ocurría desde que estaba con la sonda, por lo que nos llevamos una gran alegría al comprobar que parecía verse un avance por primera vez. Yo pasé a hacer la compra semanal y decidí comprarle unas películas de guerra a mi padre por el día del padre. Tras esto, acudí a nadar y me tomé las cosas con calma. Por la noche quedé con Juan para tomar algo, y en el bar al que vamos nos encontramos con Ab y un amigo. La verdad es que sigo derritiéndome por Ab cada vez que le veo. También vimos a otros habituales del bar habitual por allí. Al final de la noche recibimos la visita de Antonio y Ángel que habían estado con Miguel y pasaron a vernos. La verdad es que me importó más bien poco ya que sobre todo el segundo me irrita bastante con su actitud de saberlo todo cuando apenas han pasado por el bar. Ya después del cierre del bar, me retiré a casa a descansar.

Finalmente el domingo volví a comer a casa de mis padres y le regalé las películas que le había comprado a mi padre. La verdad es que mi madre seguía muy bien, y me dio pena que se obsesionara con los gases o supuestos dolores cuando podría haber salido con el buen día que hacía. Por lo menos, había vuelto a orinar un poco a las seis de la mañana, aunque me dio la sensación de que mucho no debía haber descansado. Tras la comida fui a nadar y a seguir trabajando un poco para adelantar cosas. Por la noche quedé de nuevo con Juan para tomar algo y nos encontramos con varios conocidos como el Canario, su amiga habladora, y algún otro. Lamentablemente el camarero José no trabajaba, por lo que tuvimos que pagar precios habituales. Pero lo que nos pareció curioso es que todos estos que aparecían parecían indicar que el bar habitual no debía haber funcionado demasiado bien, o que Miguel se habría retirado temprano. De vuelta a casa nos encontramos también con Stefan quien se interesó por mi madre antes de que me fuera a dormir.

 

Saludos


SUSTO CEREBRAL

  (ENTRADA 482)

 

De verdad que me parece que mi familia ha sido maldecida de algún modo, pues salimos de un problema para caer en otro más grave. Ya llevamos ciento dos días sumergidos en esta pesadilla, sin avanzar, sin progresos, y enfrentándonos a peores dificultades. El jueves de esta semana resultó ser otro maldito en el que nos vimos obligados a volver a ingresar a mi madre en el hospital debido a una disfunción verbal de origen cerebral.

 

El lunes me había tocado acudir a rehabilitación con mi madre, y nada podía prever que íbamos a vernos sometidos a una nueva pesadilla. El pelo de mi madre seguía cayendo, aunque más por la parte de atrás cercana. El cabello frontal resiste hasta la fecha. Yo me fije en una habitual de la clínica de rehabilitación que había sido sometida a quimio durante un año. Aunque había perdido volumen y se veían zonas del cuero cabelludo, había que fijarse mucho para apreciarlo. Así que quise tener esperanza en que a mi madre le pasara lo mismo. A mi madre solo le hicieron ejercicios tumbada, ya que al día siguiente tendría una sesión intensa.

El martes era mi día libre, así que opté por quedar con mi amigo Juan para ir al cine. Quedamos con suficiente tiempo para que pudiéramos comer algo y comentar los pasados acontecimientos. La verdad es que la película nos gustó mucho y nos impresionó demasiado, y eso que en aquella ocasión me sentía algo escéptico al respecto.

El miércoles acudí a comer con mi familia, y mi madre me contó que había tenido una sesión muy intensa con Charo. Sin embargo, la fisio estaba de baja y lamentablemente nos cancelaron la sesión de ese día. Yo me quedé por la tarde con mi madre y la ayudé a ejercitar algo las piernas en el proceso. Mi hermano también me entregó mi regalo de reyes, una pequeña consola de videojuegos. La verdad es que el detalle me impresionó bastante. Tras eso, decidí quedar a tomar algo con Juan, ya que no estaría el fin de semana y el jueves no podría quedar con él pues nos tocaba la quimio de mi madre el viernes. Acudí a tomar unas cervezas y se nos unió Pedro. Ese mismo día, Miguel tenía nuevo viaje tras haber librado dos días.

Y llegó el jueves maldito en el que todo se fue a la mierda una vez más. Al llegar a casa de mis padres me encontré que mi madre sufría de una disfunción verbal, usando palabras inventadas y sin que ninguno pudiéramos entenderla. Mi padre, hermano y yo la llevamos a urgencias al hospital donde le hicieron un escáner en el que se apreciaba algo en el hueso. El médico de urgencias sospechaba que podría ser una metástasis cerebral, o a lo mejor había sufrido un ictus. Tras recibir el escáner se decantó por lo primero, y mi madre fue ingresada de nuevo en el odiado hospital. También llegó mi prima encontrándonos a todos completamente desolados. Miguel me escribió en ese momento para pedirme un favor, y le expliqué mi imposibilidad debido a lo que teníamos encima. Mi madre fue instalada en la habitación al lado de la primera en la que había estado ese fatídico uno de diciembre cuando había empezado toda esta pesadilla. También tuvieron que sondarla de forma permanente de nuevo, pues tenía una infección de orina. Por lo menos estaba en la zona de la enfermera gordita que tan maja había sido con ella. Estuve allí hasta las once de la noche, pues mi madre seguía hablando sin sentido y bastante inquieta.

El viernes regresé y mi madre ya había recuperado la capacidad de hablar. Sin embargo estaba muy triste y sin parar de llorar por estar de nuevo en el hospital. Para colmo era el día en el que le tocaba quimio, y por todo esto no podía hacerlo. Yo me encontré con el oncólogo en la cafetería, y me dijo que ya estaba enterado de todo y acudiría a verla. Poco después la llevaron para realizar una resonancia magnética cuyo resultado nos darían el lunes en teoría. El oncólogo pasó por la habitación y declaró que el escáner mostraba una lesión ósea pero que no era nada nuevo. No mostraba lesión en el cerebro y probablemente había tenido un ictus muy leve que había provocado la disfunción verbal. Canceló una prueba adicional que le habían pedido al no considerarla necesaria, y nos dijo que si el lunes estaba mejor le harían el segundo ciclo de quimio antes de darle el alta. Eso nos animó bastante, aunque aún necesitáramos la resonancia para confirmar que todo se quedara en un simple susto. Mi madre se animó mucho con esas noticias y solo espero que no haya sido en vano. Me retiré agotado y estuve en contacto con Juan quien se ha mostrado siempre interesado y al pie del cañón.

El sábado no salió orina de la sonda en toda la mañana, y nosotros ya teníamos bastante experiencia con el tema para saber que tenía que estar obstruida y mi madre almacenaba orina en la vejiga. La enfermera que estaba resultó ser una estúpida diciéndonos que no cambiaría la sonda hasta pasadas dos horas para seguir un protocolo. Mi padre y yo exigimos hablar con un médico y la estúpida accedió alegando que nos poníamos agresivos porque habíamos alzado algo la voz. No podía creer semejante estupidez, sobre todo porque cuando le cambió la sonda salió… ¡un litro de orina! No quiero ni pensar la que se podría haber montado. De todas formas, y para evitar problemas me disculpé con la estúpida esa que ni siquiera reciprocó las disculpas al ver que la había cagado. Esa misma tarde recibimos la visita de mi primo Jorge que había venido de visita a Madrid. La auxiliar de los fines de semana en casa también vino a visitar a mi madre animándola bastante. Por lo menos había dormido muy bien la noche anterior. Yo llegué a casa agotado e indignado por lo sucedido con la enfermera.

Ya el domingo regresé y mostré mi mejor cara aunque me encontré con la cara tiesa de la imbécil, y la auxiliar le dijo a mi madre que yo tenía mucho genio cuando se había pasado la mañana diciéndonos que mi madre no bebía bastante. Mi madre estaba bastante mejor aunque algo pesada y con poca paciencia para estar sentada, por lo que volvíamos a las andadas. Jorge vino a vernos por la mañana y por lo menos la sonda funcionaba bien. También aproveché para charlar con Juan por teléfono. Pasé ocho horas de hospital y agotado, pues había dormido solo cuatro horas. Regresé a casa caminando y con esperanza de que por una vez las cosas salgan bien. Solo esperó que la nueva semana empiece con buenas noticias, mi madre pueda tener quimio el lunes y pueda regresar a casa.

 

Saludos

 


ATRAGANTAMIENTO ATERRADOR

  (ENTRADA 481)

 

La semana ha sido nuevamente complicada, mucho más de lo que podría haber esperado inicialmente. Los 95 días que llevamos sumergidos en esta pesadilla ya empiezan a hacer mella, y cada vez voy perdiendo más las esperanzas de que mi madre llegue a caminar. Parece que estamos atascados en que se ponga de pie con asistencia, pero todavía sin caminar. La vejiga tampoco se le activado todavía y seguimos con los cateterismos intermitentes. Añadido a esto, la semana se ha caracterizado por un atragantamiento que nos ha hecho pasar el susto más grande de nuestra vida.

 

El lunes fue un comienzo especialmente agotador. Me tocaba llevar a mi madre a rehabilitación, pero luego teníamos que visitar al neurocirujano para una revisión. Mientras esperaba en la sala de espera de la clínica de rehabilitación recibí una llamada de mi padre. Nos habían adelantado la hora de la consulta de neurocirugía media hora antes, por lo que tendría que ir directamente al hospital. Así lo hice, aunque me sorprendió que mi madre y yo tuviéramos que esperar bastante a la llegada de mi padre y hermano. Sin embargo, lo peor fue que fuimos media hora antes para que al final nos recibieran un cuarto de hora después de la hora inicial que teníamos. La verdad es que resultó cansino y agotador, y uno acaba harto que en sanidad desprecien el tiempo de las personas de esta manera tan ofensiva. La visita era rutinaria y no nos preocupaba. El neurocirujano comprobó que la cicatriz estaba bien, comprobó el movimiento de las piernas y nos dio cita para dentro de un mes aproximadamente a la que tendríamos que ir con una radiografía. En fin, que acabamos volviendo a casa bastante tarde, y yo llegué a la más tarde todavía.

El martes era mi día libre, pero mi hermano me encasquetó un paquete para que lo llevara a correos. La verdad es que hacia un día asqueroso, pero llevé el paquete y después cogí el Metro para acudir a una tienda de tebeos. El resto del día lo aproveché para descansar porque falta me hacía.

Ya de miércoles me tocaba llevar a mi madre de nuevo a rehabilitación. Aunque por lo menos hacía un día bastante bueno. Por lo que me estuvo contando luego, la habían mantenido de pie con solo apoyo en las rodillas. Sin embargo, ya casi prefiero ni ilusionarme con estas cosas, porque el tiempo pasa y seguimos sin un avance especial. Ese mismo día hacía tres meses que habíamos ingresado en mi madre, ya que estábamos en el primero de Marzo.

El jueves fue el día de pesadilla en que nos llevamos un susto terrible. Estaba comiendo con mi familia cuando mi madre se atragantó con un trozo de hígado. Hubo un momento en el que no podía respirar, pero por más que le hacíamos la Maniobra de Heimlich el trozo no salía. Llamamos al SAMUR y acudimos al hospital donde yo mismo había ingresado once años atrás. Tras una larga espera nos enteramos de que ya le habían logrado sacar el trozo de hígado. Encima, un celador golpeó sin querer a mi madre en la nariz dejándole un buen moratón. Regresamos a casa extenuados, y es que hay veces que parece que tenemos una especie de maldición. Tres meses sin respiro, y encima tenemos estos sustos que un día acabaran con nosotros. Sobre todo me hunde ver a mi madre con semejante bajón. Al regresar a casa bastante abatido, recibí una llamada de mi amigo Ramón de mi ciudad natal, al que puse al corriente de todo. Luego quedé para tomar algo con Juan, quien me comentó que su encuentro con Miguel había ido bastante bien. Tomamos algo y nos encontramos con Pedro, que también se había hartado bastante de Ángel. Para mí fue un desahogo estar con Juan, aunque me pasé bastante con los chupitos.

Ya de viernes el tiempo se había estropeado y llovía mucho. Tenía resaca, por lo que no me animé a ir a nadar. Acudí a casa, ya que ese viernes me tocaba a mí llevar a mi madre a rehabilitación. Sin embargo, la lluvia provocó que el Eurotaxi llegara tarde, por lo que también llegamos tarde a la clínica. Así que mi madre solo tuvo media de la hora de rehabilitación. Aproveché para tomar las medidas de una cuña que mi madre quiere que le compremos. La calle de la clínica está en obras, así que espero que esto no sea un problema añadido. El taxi también tardó en venir a buscarnos por la lluvia, así que llegamos algo tarde a casa. Allí, fui a comprarle unas revistas que me pidió para entretenerse un poco y llegue a mi casa tan cansado que me negué a limpiar. Ya por la noche quedé para tomar unas cervezas con Juan, y la verdad es que agradecí el respiro y el poder charlar sin mayor presión.

De sábado me tocó comida familiar como de costumbre. Llegué unas horas antes y encontré a María haciendo algo de rehabilitación con mi madre. Por otro lado, Miguel volvió a escribirme para interesarse y creo que se quedó bastante impresionado al ver que realmente estamos pasando un largo periodo de constantes dificultades. Lo que me preocupó fue ver que a mi madre ya se le caía algún pelo que otro. Sé que son efectos secundarios, y sé que vuelve a crecer, pero esperaba que por lo menos pudiera librarse de ello pues le afectará mucho. Una vez comimos con mi prima y familia, yo me retiré para hacer la compra semanal y acudir a natación, pues el día anterior no había acudido. La tarde la pasé adelantando todo el trabajo que fuera posible. Juan tenía cena, así que no estuvo disponible hasta las dos, hora en la que fuimos a tomar un par de cervezas. Aluciné con aspectos de su conversación con Miguel, como el hecho de que había llegado a pensar que habíamos cambiado de bar para castigarle. Como si yo no tuviera cosas más importantes en la cabeza.

El domingo fue el día de la comida en petit comité con mi padre y hermano. Allí acudí, y la verdad es que las cosas estaban tranquilas. Sin embargo me percaté que cada vez se le caían más pelos a mi madre. Ella también se dio cuenta y la verdad es que se rompió el alma al verla tan triste por eso. Parece que tampoco vamos a tener el respiro de evitar ese efecto secundario. Tras charlar con ella e intentar animarla, mi madre por fin pudo dormir la siesta. Yo acudí de nuevo a nadar y adelantar más trabajo todavía. Más tarde, quedé de nuevo para tomar algo con Juan, aunque estuvimos poco tiempo ya que tanto él como yo estábamos bastante cansados. Veremos que depara la semana que entra, que incluirá quimio una vez más, y en la que notaré la ausencia de Juan que no estará en la ciudad.

 Saludos